Un monumento impactante que no tiene ningún pudor en mostrarnos las cicatrices que le produjo la Historia. Las torres de Quart, igual que las de Serranos, son las únicas dos puertas de Valencia que no fueron derrumbadas junto a sus murallas. Y de aquellos muros romanos que comenzaron a cercar la ciudad hasta que fueron derribados a mediados del siglo XIX, Valencia conoció dos grandes expansiones: una, durante el dominio árabe y la otra, durante la Edad Media.Con estas ampliaciones algunos muros desaparecieron y otros fueron desplazados hacia el exterior. En aquel entonces, doce eran las puertas por las que se podía entrar al interior de la ciudad. De ellas, cuatro situadas en los caminos de entrada más utilizados por los comerciantes. Las torres de Quart fueron puerta de entrada al recinto amurallado en el siglo XIV al quedarse el anterior muy pequeño debido al crecimiento de Valencia. Fue en 1356 cuando comenzaron a construir una puerta en esta muralla con la pretensión de incluir el Arrabal. Pero como en muchos otros casos, la necesidad de terminarlas cuanto antes hizo que el arquitecto responsable de su construcción no fuera consciente de la necesidad de levantar unas torres que pudieran defender a sus habitantes al mismo tiempo. Conectaban con el camino de Castilla. Así que la solidez de esta construcción quedó en entredicho poco tiempo después por lo que se vieron obligados a reforzarlas hasta que los propios jurados de la ciudad optaron por el derribo y la nueva construcción de una puerta que cumpliese con las exigencias defensivas de aquellos tiempos.Cuentan que las torres de Quart, que ya están mencionadas en el Cantar del Mio Cid, vieron la batalla que entablaron 4.00o vasallos del Campeador contra los 50.000 hombres defendiendo al rey moro. Aunque estos datos que se relatan debieron referirse a la puerta anterior que existió antes de las torres de Quart que hoy conocemos.La nueva construcción fue encomendada a Pere Bonfill quien se inspiró en el Castell Nuovo de Nápoles y en las torres de Serranos. Aunque cuando conocemos las dos puertas vemos diferencias muy notables.
Comenzaron a construir las torres de Quart con muros de mortero muy sólidos que iban luciendo con yeso. Solo utilizaron piedra para reforzar los ángulos, aristas, bóvedas y las partes más altas de las dos torres. Y habiéndole dado la robustez necesaria al monumento, Pere Bonfill utilizó la distribución y las grandes dimensiones de las torres de Serrano y las formas cilíndricas y lisas del castillo napolitano.
Por último y cómo vamos a ver cuando pasemos por la arcada, construyeron una gran bóveda en el interior del portal y colocaron la imagen del Ángel Custodio en la entrada. Al final, colocaron las puertas de madera.
Aunque se llamaban las torres de Quart porque daban paso a los caminantes que llegaban desde la meseta castellana, popularmente se las conocía como las torres de la cal. Solamente por estas puertas podían entrar los cargamentos de este material que se utilizaba en Valencia.
En aquel entonces, las torres de Quart cerraban la calle junto a sus murallas. Al igual que las de Serranos fueron calabozo, pero estas eran para mujeres honradas.
Con el ataque del ejército francés en 1808 fueron bombardeadas en repetidas ocasiones. Los valencianos sitiados intentaron defenderse y detener el primer asalto francés.Cuando las tropas del gobierno se apoderaron de las torres las utilizaron como cárcel militar. Así que se apresuraron a tapiar las puertas. Y ahí se quedaron las torres como propiedad del ejército hasta que en 1932 fueron declaradas Monumento Histórico Artístico.Y para recordar aquellos días y mantener la memoria histórica no se taparon las heridas de la guerra.
No quisieron ocultar los cañonazos que sus muros sufrieron y es la imagen de esas cicatrices las que hoy nos provoca que, por lo menos, se erice la piel al poderlas contemplar desde muy cerca. Porque como podemos ver, desde la misma acera; desde las diferentes alturas y sobre todo desde la misma terraza almenada, sus muros están llenos de impactantes cañonazos. Las tenemos enfrente y vemos que son muy diferentes a las de Serranos. Las torres de Quart se encuentran enclaustradas en la misma ciudad, y aunque rodeadas de tráfico, calles y avenidas, mantienen erguida su figura histórica. Sólida y sobria construcción militar sin decoraciones. Su función así lo dispuso: debían resistir a los asedios.
Tres cuerpos dan forma: sus dos torres circulares en su exterior y un cuerpo central que resulta bastante pequeño en proporción.
Cuando las construyeron estaban precedidas por un foso que desapareció con el tiempo. A media altura unas puertas comunicaban con las murallas y los puestos de guardia.
Y mientras nos dirigimos hacia la entrada seguramente que nuestra mirada vaya saltando de cañonazo a cañonazo. Pasamos por su puerta que es de arco de medio punto y que nos da paso a una gran bóveda interior.
Para subir nos dirigimos hacia unas escaleras que hay en la torre derecha por su parte trasera. Cada torreón tiene su plata baja y dos pisos que podemos ver desde la calle porque su fachada está abierta gracias a unos grandes arcos ojivales que nos recuerdan a las torres de Serranos.
Subimos por una amplia escalera de piedra que está cerrada por una valla de hierro. Y nos recibe un pozo octogonal que nos permite ver a las personas que cruzan las torres al igual que lo hacían los guardias vigilando el acceso a la ciudad.Varias salas con bóvedas de ladrillo nos permiten ver el trasiego de la comercial calle Caballeros.
Torre del Miguelete a la izquierda y Santa Catalina a la derecha
Torres de Serranos
Sinceramente y a modo de apreciación personal: habiendo visitado las dos torres, Serranos y Quart, me han impactado mucho más estas. Aunque hay algo que no he mencionado: si está lloviendo en Valencia, tanto una como otra, se cierran al visitante. Sus escalones de piedra pulida por el paso del tiempo son extremadamente peligrosos. Así que es mejor consultar primero. Te dejo el enlace para que puedas informarte de sus horarios de apertura.
Visitadas ya las torres de Quart y como son la puerta de entrada al casco histórico, paseamos por la calle Caballeros y su entramado de callejuelas que nos llevan a diferentes rincones legendarios hasta llegar a la Plaza de la Virgen.