Los lunes no deberían existir. Lo digo en serio. Los Viernes te duermes pronto porque estás agotado. Los Sábados es para limpiar toda la casa. Y los Domingos, o bien te dedicas a cocinar para toda la semana o estás deprimido sin hacer nada en casa, porque al día siguiente es LUNES. Sí, la palabra Lunes en nuestros oídos suena como un nubarrón negro. Vuelta al trabajo, madrugar otra vez, transporte público donde vas como una sardina en lata... En serio, tengo la sensación que, o bien me gusta hacer demasiadas cosas, o bien los días deberían ser más largos. Llego al Lunes con la sensación de que no hice nada en todo el fin de semana.
Antes los fines de semana eran para ir al parque, visitar sitios, ir de viaje, comer fuera... desde que trabajo mis fines de semana se reducen a descansar, estudiar y cocinar. ¡Qué aburrimiento! Echo de menos los Sábados de turista y los Domingos de ermitaña metida bajo una manta leyendo libros de novela negra sueca, tomando un té calentito de canela. ¡Eso un finde como debe ser, y no lo que tengo ahora!
Pero que le vamos a hacer, la vida es así. Los jóvenes tenemos que trabajar, por menos sueldo del que deberíamos y en un trabajo mucho más bajo de lo que tu has estudiado y, además, seguir estudiando para conseguir aspirar a algo mejor. O en su defecto, huir de este país y buscar otro que si aprecie a la gente preparada, donde no nos infravaloren.