Revista Religión
Una vez al año, el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo para hacer expiación por los pecados de Israel. Después de su santificación – un buen baño (purificador)- llevaba en las manos la sangre de un becerro y un incensario de oro (o copa) sostenida por tres cadenas. Luego el sacerdote tomaba algunas brasas del altar, las ponía en el incensario, tomaba un puñado de incienso y entraba en el Lugar Santísimo.
Dentro del Lugar Santísimo estaba el arca. En lo alto estaba el propiciatorio y en ambos lados había dos querubines de oro con sus alas extendidas por encima. El propiciatorio representaba la misma presencia de Dios, al Señor sentado en su trono.
El sumo sacerdote tomaba un puñado de incienso y lo arrojaba al fuego en el incensario. De repente, un hermoso aroma llenaba el tabernáculo. El sacerdote agitaba el incensario delante del arca hasta que el propiciatorio era envuelto en una nube de incienso aromático, dulce.
Amados, este es un ejemplo perfecto de lo que Jesús ha hecho por nosotros y lo que continúa haciendo ahora mismo. En primer lugar, significa la muerte y ascensión de Jesús al Padre celestial como nuestro Sumo Sacerdote. En segundo lugar, esta escena de la expiación significa aún más, el momento en que Jesús comenzó a orar por nosotros, intercediendo ante el Padre en nuestro favor.
El trabajo inicial de la intercesión de Jesús fue el derramamiento de su sangre por cada “bono” y deuda que debíamos. Un bono es "una nota sellada de deuda u obligación que ata al deudor y sus herederos." El diablo, una vez lo reclamó a usted por cuanto “estabais muertos en vuestros delitos y pecados”.
Debe haber una caverna en algún lugar de las entrañas del infierno que contiene una montaña de expedientes y registros de deudas, incluyendo la suya y la mía. Las notas dicen: "Usted tiene que pagar con su vida y el precio es la condenación eterna." Pero ¡a Jesús se le entregaron las llaves de la bóveda del infierno! Nuestro Sumo Sacerdote fue a lo más profundo del mismo lugar de los registros y abrió la bóveda. Empezó a hojear a través de los registros y sacó nuestras notas: todas las obligaciones, deudas y bonos de aquellos que creen en Él y que han de creer todavía.
Jesús reunió todos esos registros y los llevó a la gloria. Allí, en presencia del Padre, Él roció su sangre sobre ellos, anunciando: "Estas deudas se pagan en su totalidad por mi propia sangre."
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