Revista Cine
Hace quince años, el estreno de Toy Story supuso un hito en la historia de la animación al tratarse de la primera película animada digitalmente en su totalidad, además de representar el cine con mayúsculas y presentar a personajes inolvidables que nos ayudaban a recapacitar sobre el valor de la amistad. Cuatro años después, sus responsables, los estudios Pixar, seguían consolidando su trayectoria fílmica, para lo cual se embarcaron en la arriesgada secuela Toy Story 2, que logró estar a la altura de su predecesora al mismo tiempo que introducía nuevos personajes con los que reflexionar acerca de la identidad personal. Han pasado once años en los que hemos podido disfrutar de auténticas obras de arte como Monstruos S.A., Buscando a Nemo o WALL•E, y una vez más la magia se ha repetido.
Detrás de la tercera y última parte de la saga nos encontramos con Lee Unkrich, eso sí, acompañado en el guión y la producción por Andrew Stanton, John Lasseter y compañía, artífices todos ellos de una maravilla. En ella, el tiempo también ha pasado para los juguetes, y ahora que Andy se ha hecho mayor y está a punto de empezar la universidad, Woody, Buzz y sus compañeros se enfrentarán a un futuro incierto. Este argumento da pie a la aventura pura, el humor y la acción más trepidante en una película de distintos niveles en los que se tratan temas tan dispares como el drama de crecer, la amistad, la familia, el sacrificio, el olvido e incluso la muerte, estando presentes ciertas dosis de crítica al mundo actual, en especial a la rápida desinfantilización de los niños en la sociedad de consumo.
Ya lo comprobamos con Up, pero de nuevo vemos cómo la animación digital avanza a pasos de gigante en una película técnicamente perfecta, en la que continúan los guiños a los anteriores trabajos de Pixar, así como la clara influencia del cine clásico junto a las referencias a títulos como La Gran Evasión, Star Wars, Totoro e incluso Casino, todo ello acompañado por la banda sonora de Randy Newman.
Por si no tuviéramos poco con la película, la precede el cortometraje Day & Night, fusión de animación tradicional con la digital y las posibilidades del 3D, todo un canto a la imaginación en un festival de contrastes.
¿Algo que objetar? No como película, pero sí como secuela. Al tratarse de una continuación, se pierde parte de la frescura vista en propuestas tan originales como Up, pues el argumento sigue una estructura similar al de las entregas anteriores: debido a un equívoco, los juguetes se ven separados de Andy, con quien intentarán regresar gracias a la clarividencia de Woody (de nuevo enfrentándose al colectivo) y la habilidad de Buzz. En este aspecto también choca la eliminación sin más de un buen número de personajes secundarios como la pastora Bo y otros juguetes de Andy, hecho que se menciona brevemente en la cinta pero que, tratándose de Pixar, se podría haber resuelto de un modo mucho más brillante.
Dudo que posts como éste puedan hacer justicia a lo que la saga Toy Story ha supuesto para los espectadores que quedamos ligados emocionalmente a ella desde su fascinante primera parte. Llegó el momento de disfrutar de su trepidante final, no se lo pierdan.