Revista Cultura y Ocio

Trabajemos juntos por la educación pública

Publicado el 17 marzo 2015 por Benjamín Recacha García @brecacha

Viñeta Forges

(La versión en castellano, a continuación de la catalana)

 

Los males de la humanidad son reflejo de su incapacidad para actuar como especie. A pesar de que hay mucha gente que hace del altruismo, la tolerancia, la cooperación, su razón de ser, la realidad es que el egoísmo, la intolerancia, la desconfianza, a menudo acaban imponiéndose. Basta con echar un vistazo muy por encima a lo que sucede en el mundo para llegar a esta conclusión tan decepcionante.

Pero no hay que fijarse en la monstruosidad de las guerras o en los graves conflictos humanitarios que sufren millones de personas, porque este comportamiento de tribu que defiende su parcela de forma excluyente lo encontramos en todas partes, en cualquier comunidad.

Hace unas semanas escribí un artículo en el que defendía la educación pública y, en concreto, los recursos disponibles (y amenazados) en el pueblo en el que vivo, Caldes de Montbui. El Departamento de Enseñanza de la Generalitat anunció que recortaría una línea de P3 de las cinco disponibles en las tres escuelas públicas y todo el mundo se puso muy nervioso.

Yo, inocente de mí, pensé que el camino a emprender debía ser el de la unidad; es decir, que todos los centros públicos hiciéramos un frente común para defender un servicio básico que es de todos, y en esta línea empezamos a trabajar. En la escuela Montbui creamos una comisión surgida de la asamblea de madres y padres, en la que apostamos para explorar la vía del entendimiento con el instituto y las otras dos escuelas, pensando no sólo en la inmediatez, la urgencia de “salvar” los recursos para el próximo curso, sino en los años siguientes, en los que previsiblemente habrá menos niños para llenar las aulas con las ratios actuales.

Dado que la educación parece ser un gasto muy costoso, mejorar las condiciones de la enseñanza en las escuelas públicas, reduciendo, por ejemplo, las ratios, es algo inasumible, es hablar de ciencia ficción. “¿Quince alumnos por aula? ¿Estás loco?” Sí, lo estoy. Soy de esos románticos convencidos, a pesar de las décadas de discurso descorazonador, de que el bienestar social pasa necesariamente por un modelo educativo en el que se inviertan todos los recursos necesarios.

Total, que redactamos un documento de base, a partir del cual consensuar con las otras escuelas unas reivindicaciones comunes para defender ante el ayuntamiento y la Generalitat. No llegamos a reunirnos, aunque en principio las tres estuvimos de acuerdo en que podía ser un buen punto de partida.

Finalmente, a principios de febrero el Departamento de Enseñanza convocó a los directores de todos los centros educativos del municipio (incluyendo la concertada escuela Pia, que ya tenía garantizadas sus tres líneas de primaria), el alcalde y la concejala de Educación a una reunión en la que les anunció que, en principio, las cosas seguirán igual de cara al próximo curso. En un comunicado posterior conjunto del ayuntamiento y las escuelas, se informó que se crearía un grupo de trabajo para planificar las necesidades educativas del municipio durante los próximos años y decidir de forma consensuada y objetiva las modificaciones que haya que afrontar.

Un mes largo después no tenemos noticia de ningún movimiento al respecto.

¿Por qué he empezado el artículo con la reflexión sobre el comportamiento autodestructivo del ser humano? Pues porque el microcosmos educativo de Caldes (sé que me estoy metiendo en un jardín) reproduce esta triste realidad. Por lo que he hablado, leído y escuchado de unos y otros, tengo la impresión de que cada uno se conforma con defender su parcelita. Y ahora que parece que se han salvado los muebles para el próximo curso, nos retiramos a la cabaña, eso sí, con un ojo atento a lo que digan o hagan los demás.

Es un comportamiento tan absurdo que me cuesta mucho de entender. ¿Es que no somos conscientes de que defendiendo sólo la escuela X o Y se lo ponemos muy fácil a los fanáticos de las tijeras?

Como todos los servicios públicos, las escuelas no son de nadie; son patrimonio de todos. La escuela Montbui no es de los padres y madres que llevan a sus hijos a ella, ni de los maestros que trabajan allí, mucho menos de su equipo directivo y el resto de trabajadores. Dentro de unos años los padres y madres serán otros, el equipo directivo habrá cambiado y habrá nuevos maestros. Y lo mismo sucederá en El Farell, El Calderí y el instituto Manolo Hugué. Por tanto, no tiene sentido mantener la desconfianza y el resentimiento por agravios pasados.

Nos estamos jugando cosas muy serias como para no ser capaces de trabajar juntos para defender lo que es de todos.

Yo quiero luchar por mantener unos recursos públicos del máximo nivel, para no aceptar nuevos recortes en ningún centro, para mejorar la oferta y las condiciones de la enseñanza secundaria. Quiero que El Calderí disponga de unas instalaciones en condiciones; después de nueve años en barracones es hora de que los padres y madres de Caldes que quieran llevar a sus hijos a esa escuela porque crean en el método educativo que ofrece, no tengan que dudar porque no dispone de un edificio digno.

No hay dinero. Sí, ya me conozco la cantinela que tan bien han conseguido que interioricemos. ¿Cuánto dinero se han gastado en todos estos años en el alquiler y mantenimiento de los barracones? ¿No habría habido de sobra para construir una escuela?

Es evidente que hay gente en la Montbui y en El Farell resentida con gente de El Calderí y viceversa, pero también tengo constancia de que hay padres, madres y maestros de las tres escuelas (seguro que también del instituto) dispuestos a dejar atrás los problemas del pasado para trabajar juntos, para hacer un esfuerzo común en beneficio de la educación pública, que irá en beneficio de todo el pueblo.

Hay que dar visibilidad al buen trabajo que hacen todos los centros, desarrollar proyectos comunes, actividades que impliquen a la ciudadanía, para que los padres y madres que tengan que escolarizar a sus hijos elijan cualquiera de las escuelas públicas.

Y yo me pregunto, vecinos y vecinas de Caldes: ¿estáis dispuestos a hacerlo? Se admiten voluntarios.


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