La frase bíblica tan citada de " Los caminos del Señor son inescrutables" me ha venido a la cabeza preparando la reseña de la novela histórica de Tracy Chevalier "Las huellas de la vida" . Sin haberlo planificado previamente, resulta que una calurosa tarde-noche del pasado mes de agosto vi en casa, en la plataforma , una película protagonizada por Kate Winslet y Saoirse Ronan -ellas fueron el motivo que me llevó a ver este film- titulada "Ammonite". Iba de dos mujeres, una ya madura y otra más jovencita, que mantienen una relación amorosa. La mujer madura se llamaba Mary Anning y sentía una grandísima afición por la paleontología; la joven era la esposa de Roderick Murchison ( James McArdle), geólogo, paleontólogo y naturalista, que llevó a su esposa Charlotte hasta Lyme Regis (Inglaterra) para que se recuperara de la depresión en que estaba debido a haber sufrido la pérdida del hijo que esperaba.
Viendo la película aún no había decidido leer la novela de Tracy Chevalier de la que sólo conocía su título sin saber que en su interior se desarrollaba la peripecia científica de Mary Anning. Cuando este mes de octubre he leído con gran satisfacción la novela de la autora de "La joven de la perla" he ido atando cabos y comprobado que sin duda alguna es Mary Anning, la humilde Mary Anning, el personaje principal en ambos relatos, el fílmico y el literario. En el novelesco comparte protagonismo en un nivel de igualdad con Elizabeth Philpot, mientras que en el film de Francis Lee ella es claramente, en la magnífica interpretación que realiza Kate Winslet, el centro de la historia hasta el punto de que sin la estupenda actriz británica la película quedaría reducida a un rutinario relato, sin más.
Pero vayamos con orden. Hablaré en primer lugar del libro de la Chevalier habida cuenta de que es anterior en el tiempo (año 2009) al film de Francis Lee (año 2020). También el asunto que en cada una de ellas se toca respecto a la vida de Mary Anning es anterior el de la novela respecto al de la película. Mientras que la historia de la relación de amistad mantenida entre Elizabeth Philpot y Mary Anning transcurre durante las dos décadas que van de 1804 a 1824, la relación amorosa entre Anning y Charlotte sucede en la década de 1840.
Para Tracy Chevalier este relato supone su sexta incursión en la novela histórica, género que practica desde que en 1997 se diese a conocer con "El azul de la Virgen", si bien su salto a la fama lo debe a "La joven de la perla" del año 1999 llevada también con enorme éxito a la gran pantalla por Peter Webber en 2004.
En los diez capítulos que componen "Las huellas de la vida" vemos el discurrir de la vida de dos mujeres que vinieron a coincidir casualmente en Lyme Regis, localidad turística del sur de Inglaterra. Las tres hermanas Philpot deberán abandonar Londres a requerimientos de su hermano John dado que en la capital con las ciento y poco libras anuales que les pasa para su mantenimiento difícilmente podrían mantener el tono y altura social a la que estaban acostumbradas por procedencia familiar. En Lyme Regis sí que las tres, - Louise, Elizabeth y Margareth- podrán vivir de manera semejante a la londinense pero con muchos menos gastos dado que el nivel social y económico de esta zona marítima es mucho menor que en Londres. Quizás la más pequeña, Margareth, hasta podría encontrar marido, algo a lo que sus hermanas prácticamente han renunciado asumiendo ya su soltería ("tenía veinticinco años, era poco probable que llegara a casarme y necesitaba una afición con que ocupar mis días. A veces ser una mujer resulta muy tedioso.", dice de sí misma Elizabeth Philpot)
Mientras que Margareth vive por y para las fiestas, bailes y galanteos, la hermana mayor, Louise, y Elizabeth proyectan su vida hacia la ciencia; la primera es una entusiasta de la botánica, y Elizabeth se apasiona desde que está en Lyme Regis por la paleontología enfocada hacia los peces fósiles. Esta enorme afición por la búsqueda de restos fósiles le surgió casualmente. Lo principal fue que a raíz de ello conoció a Mary Anning, una niña hija del ebanista Richard Anning a quien Elizabeth había acudido para encargarle una vitrina donde exponer los fósiles que iba coleccionando. Mary tiene por entonces apenas seis años y ayuda a la economía familiar recogiendo fósiles de 'amos' (amonites), 'beles' (belemnites), 'curis', 'grifis'... que luego su madre Molly vende a los turistas.
La relación entre una mujer adulta y una niña, ambas de muy distinta clase social ("¿Cómo puede una dama de veinticinco años y clase media pensar en trabar amistad con una niña trabajadora?") sería difícil de entender si no hubiese existido entre ambas la pasión por la paleontología. A Elizabeth le sorprenden los conocimientos que Mary ha adquirido por sí misma sin nadie que la haya instruido. Entre ambas mujeres se desarrolla una sincera amistad que sólo se verá perturbada por asuntos ajenos al mundo científico derivados de sentimientos poco entendibles para una u otra.
Lo esencial de la amistad entre Mary y Elizabeth se percibe en las ayudas que ambas se prestan en la localización de fósiles. Los Anning desearían encontrar algo que los sacase de pobres porque vendiendo chatarrilla fósil como los amos o beles apenas si logran sobrevivir. La ocasión se les presentará cuando Mary descubra un ictiosaurio que pronto interesará a coleccionistas y a la comunidad científica formada exclusivamente por hombres. Lord Henley es uno de estos coleccionistas que minusvalorando a la muchacha descubridora negociará con Molly Anning, su madre, la compra para su colección del 'icti'. Será Elizabeth quien abra los ojos a los Annig, cuyo padre ya ha fallecido, cuando averigüe que el ictiosauro descubierto, excavado y limpiado por Mary está expuesto en Londres en un museo privado vestido ridículamente y con una etiqueta en la que se omite el nombre de su descubridora. Desde este momento Elizabeth estará atenta a cuanto en este sentido le pueda volver a ocurrir a Mary.
Pero Mary, inocente, joven y enamoradiza, se siente atraída por los encantos y la atención que recibe por parte de algunos coleccionistas, científicos y aficionados a los fósiles, que acuden a Lyme Regis y hacen uso de la habilidad de la joven para localizar restos, de su experiencia de años y de sus conocimientos para identificar los especímenes. Elizabeth observa con gran pesar los abusos de confianza de los que Mary es objeto, consecuencia de los cuales es la penuria en que su familia se encuentra al regalar ella, en especial al Coronel Birch, cuanto encuentra en la playa incluido un ejemplar completo de ictiosaurio. En conversación con Mary, ya sola pues el Coronel Birch ha abandonado bien pertrechado de fósiles Lyme, Elizabeth le pregunta sobre qué ha recibido a cambio del ictiosaurio y los fósiles que Birch se ha llevado. Mary entiende que Elizabeth está celosa y así, por nada que podríamos decir, nace un enfado entre ambas que se prolongará durante varios años.
No quiero seguir dando más datos sobre el desarrollo de la trama para no estropear la delicia que supone la lectura de esta novela. Sólo diré que la función de narrador es ejecutada alternativamente por una y otra paleontólogas: en los capítulos impares es Mary Anning quien relata, mientras que tal función corresponde en los pares a Elizabeth Philpot. Ambos personajes protagonistas están perfectamente delineados: por un lado está Mary, una joven impulsiva en ocasiones, entregada, generosa, hermosa e inteligente; por el otro está una mujer madura más asentada, si bien a veces piensa que aún puede encontrar el amor de un hombre, aunque su gran entrega será hacia la ciencia y hacia la lucha por su propia dignidad de persona en igualdad con los hombres que en esas décadas iniciales del siglo XIX impedían a las mujeres pertenecer a las Sociedades Científicas con lo que sus nombres eran siempre relegados en favor de los masculinos. Es ella, Elizabeth, quien logrará para las mujeres científicas el merecido reconocimiento público. Un reconocimiento que se plasmará en el que la Sociedad Geológica de Londres dé a Mary Anning por su descubrimiento en 1823 del primer plesiosaurio conocido.
"los demás se quedaban con lo que ella encontraba y se hacían famosos como filósofos naturales. William Buckland daba clases sobre las criaturas en Oxford, Charles Konig las había llevado al Museo Británico y había recibido elogios por ello, el reverendo Conybeare e incluso nuestro estimado Henry de la Beche pronunciaban conferencias en la Sociedad Geológica y publicaban artículos sobre ellas."
Sin duda alguna es Mary Anning el personaje literariamente más atractivo. Es ella quien abre y cierra la novela con la alusión al rayo que siendo niña de tres años la alcanzó, entrando y saliendo de su cuerpo, sin sufrir más daño que un susto tremendo. El motivo del rayo que la atravesó de niña es utilizado metafóricamente para referirse a los momentos importantes de la vida de Mary: su enamoramiento de Birch, su reconocimiento por parte de la comunidad científica, la reconciliación con Elizabeth...
"En ese momento sentí que el rayo me atravesaba y me paré en seco, dejando que la multitud del mercado se separara y empujara en torno a mí. [...] A pesar de todo lo que me había pasado -encontrar los ictis y plesis, ir con el coronel Birch al huerto, conocer a monsieur Prévost-, aquél fue el rayo que supuso mi mayor felicidad."
Personalmente me ha interesado mucho en esta novela comprobar cómo el puesto ocupado por la mujer en la sociedad, sus perspectivas de futuro, su independencia e identidad personal, ha ido evolucionando respecto a, por ejemplo, las mujeres que presenta Jane Austen en sus novelas e incluso respecto a Maggie Tulliver, el personaje de George Eliot en su novela "El molino del Floss" que he leído recientemente [se puede leer ]. Si las Emma, Fanny y compañía de las novelas de Jane Austen que con emoción leía la enamoradiza y deseosa de casarse Margaret Philpot sólo aspiran a salir adelante a través del matrimonio y la Maggie Tulliver de Eliot encuentra digno trabajar para ganar independencia al margen del varón, las dos protagonistas de "Las huellas de la vida" aspiran ya no sólo a ser libres a través del trabajo como Maggie sino a ver debidamente reconocidos sus méritos y aportaciones al mundo en igualdad con los hombres.
A fuer de ser sincero he de decir que leyendo "Las huellas de la vida" pensé en varios momentos si Elizabeth Philpot no se sentiría sexualmente atraída por Mary Anning. Pienso que tal cosa no existe o que al menos la novelista no ha querido tomar ese derrotero quedándose en la relación de pura y sana amistad entre dos personas amantes de la paleontología.
Sin embargo en la película "Ammonite" de Francis Lee, éste ha querido presentar una ficcional relación lésbica entre Mary Anning y Charlotte Murchison, esposa como ya he dicho al inicio de esta entrada de Roderick Murchison, geólogo, paleontólogo y naturalista. Si en la novela de Tracy Chevalier Mary Anning es una niña que tiene sólo cinco o seis años en 1804 al inicio de la historia y la finaliza con 26 ya condenada a la soltería, en el film nos la encontramos convertida en una mujer madura de 43 años que acaba de perder a su madre Molly Anning y que sobrevive gracias a las ventas de fósiles de poco valor que hace a los turistas que visitan su tienda de Lyme Regis. Es tal su necesidad de dinero que pese a su carácter introvertido aceptará la petición que le hace Roderick de que acoja una temporada en su casa a su mujer Charlotte a fin de que se reponga de la fuerte depresión en la que ésta se encuentra. A cambio de recibir un dinero que a ella naturalmente le viene muy bien deberá soportar a una joven indolente, apática, hosca, depresiva, que poco a poco, según vaya mejorando de su enfermedad, empezará a seguir a Mary en sus salidas a la playa y acantilados en busca de fósiles.
Francis Lee de manera apacible, sin sobresaltos, va presentando la evolución de estas dos mujeres y el despertar en ellas de una atracción que desembocará en el desarrollo de una historia romántica. Esta relación como he dicho no está atestiguada por la historia e incluso varios de los descendientes de Mary Anning han protestado por ello. El guionista y director de la cinta en legítimo uso de su libertad de creación ha querido presentarla e imaginar que sí existió queriendo simbolizar con ella la independencia y libertad femeninas al margen de la jerarquía masculina aquí personificada en la figura del marido que aparece algo desvaída. Con todo, lo que sucede entre estas dos mujeres no deja de ser una aventura esporádica que en el caso de la joven Charlotte le servirá para recuperar definitivamente la salud y reencontrarse con su confortable y bien aceptada vida matrimonial. Es ella, Mary Anning, como suele suceder en este tipo de relaciones entre una persona sin ataduras y otra con ellas, quien sale sentimental y emocionalmente peor parada. Sin embargo el final del film que no voy a revelar es ambiguo al respecto. Es un final abierto que admite todas las probabilidades: ¿seguirán juntas en algún momento?, ¿es imposible retomar la relación?, etc.
Cuando vi el film por televisión quedé claramente convencido de que es la pareja de actrices, especialmente Kate Winslet, la que salva el film que si no quedaría en un plano algo tedioso. Pero el buen hacer de ambas, Saoirse Ronan y la Winslet, consiguen mantener viva la atención del espectador. También este film de época es hermoso y digno de ver por el vestuario (los vestidos rurales zafios y vulgares de Mary frente a los sofisticados y alegres de Charlotte), por la fotografía de los hermosos paisajes de las playas de Lyme realizada por Stéphane Fontaine quien adecúa la grisura o el azul del cielo según progresa la relación entre las dos mujeres, por los actores secundarios... Por todo, en definitiva, si bien quizás no vaya a pasar a engrosar los anales de las grandes películas, desde luego.