Así sale el sol en Temastián, Jal.
Al sonar las 12 de la noche del 31 de diciembre, que anuncian el inicio del nuevo año, en muchas partes del mundo se acostumbra comer 12 uvas que representan cada mes del año y al mismo tiempo los deseos por cumplir.
Esta costumbre proviene al menos desde principios del siglo pasado, cuando en Alicante, España, hubo muy buena cosecha y los vitivinicultores decidieron promocionar su producto ofreciéndolo como “uvas de la suerte”. Al paso del tiempo, la práctica se extendió a México y a otros países de habla hispana.
Actualmente, a la media noche, muchas familias se reúnen alrededor de la mesa, y al sonar las 12 campanadas toman las 12 uvas y las comen una a una, relacionándolas con la salud, la fortuna, el amor y sus propósitos de Año Nuevo.
En México, esta tradición se acompaña de una suculenta cena, así como un brindis con el que se agradecen los beneficios recibidos durante el año viejo. Siguen los abrazos y se comparten con los presentes los buenos deseos.
Persisten además otras costumbres antiguas, como es la de barrer las casas hacia afuera para alejar las “energías negativas” o desechar objetos en desuso a fin de abrir la puerta a nuevos proyectos.
Asimismo, algunos visten lencería especial el último día del año. El color depende de lo que están buscando: rojo, pasión; amarillo, atraer dinero; blanco, paz, calma, pureza y armonía; y negro, lujo y dignidad.
En zonas como el Norte de Jalisco, la gente se desvela hasta después de media noche “para ver por dónde sale el Año Nuevo”. Esto tiene el mismo significado que en el resto del mundo: buscar la oportunidad de nuevos proyectos y metas.
Artículo publicado por la revista México Rural en su edición de enero de 2017.