Revista Música

Traído de los "Pelos"

Publicado el 15 agosto 2010 por Bitacorock
Traído de los No es novedad que el rock que llevamos adentro viene en gran medida adquirido y en parte formateado por un hoy amarillento objeto de culto en la vieja prensa argentina: la revista "Pelo".

Tampoco es la primera vez que hacemos mención a dicha publicación mensual, que desde febrero de 1970 y durante casi tres décadas fue los ojos y oídos de los que crecimos con ella en el rock, mucho antes de que Internet y YouTube nos pusieran toda la información que queremos (y que no queremos también) al cómodo alcance de un click.

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Como tantos otros entusiastas de la época, los mechones de "Pelo" también me atraparon. De qué manera supe de su existencia permanece absolutamente ignoto en mi memoria, aunque es muy posible que el mismo par de compañeros del secundario que me iniciaron en el movimiento progresivo también se atribuyan esta epopeya. ¿La fecha? Igualmente difícil de precisar, pero sin duda merodea allá por mediados de 1976.

Desde entonces y por unos cuatro años la cita de honor con "Pelo" llegaba a la puerta de mi casa porque eran los tiempos, al menos en las ciudades provincianas, en que el "canillita" del barrio repartía a domicilio diarios y revistas por encargo. El mío tenía su diminuto kiosco en la esquina de Mendoza y 1º de Mayo, en Santa Fe capital, y acostumbraba a escribir el domicilio del destinatario en la parte superior izquierda de la contratapa. O sea que si algún poseedor actual de mis viejos números encuentra la leyenda "4 de enero 2333" en el sector indicado, pues dése por enterado que esa revista fue parte de MI colección!

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Llevaba comprado un buen caudal de ejemplares propios cuando un día descubrí una perla en la sección "Avisos libres" que invariablemente ocupaba una página completa de cada número de "Pelo". Decía uno de estos avisos: "Vendo colección completa de ’Pelo’ con posters incluidos". El precio, si es que figuraba en el aviso, hoy sería indefinido ante la multitud de ceros que la temible inflación vernácula, producto de décadas de des-gobiernos, le fue quitando a la atribulada moneda nacional. Sí recuerdo perfectamente que el vendedor era de Buenos Aires y en épocas en que el email sonaba a sueño dorado, las comunicaciones interprovinciales sólo eran posibles mediante la insufrible vía postal o la telefónica, sin telediscado -o con este en etapa experimental.

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Nuevamente la memoria me deja una profunda laguna a la hora de recordar cómo contacté al vendedor. En cambio, lo próximo que sí está claro es la imagen mía y de un primo mío -nacido y criado en la Capi- visitando el departamento de este joven vendedor en calle Guatemala, del barrio Palermo. También tengo patentes las palabras de mi papá rezongando cada vez que volvía su vista al asiento trasero del auto (¿el Chevrolet 69 o cuál?) sepultado bajo las parvas de revistas... y dos jovenzuelos -mi primo y yo- radiantes como chicos con juguete nuevo: "Cúanto Pelo que hay por aquí!", bufaba disgustado, como el 90% de los padres de rockeros de la época, frustrados porque no se nos había dado por el tango! Pero pagó hasta el último centavo de la colección y bajo su propio escepticismo seguro que se sentía feliz de vernos tan felices a nosotros. Eran unos 80 ejemplares, desde el Nº 1 en adelante, convertidos ya en MI colección de la revista "Pelo" y corría, si no me equivoco, el año 1977.

Sin pérdida de tiempo: los números repetidos inmediatamente se convirtieron en tapiz de una de las paredes de mi pieza, confeccionado mediante el único collage que he hecho en mi vida y armado íntegramente en un bastidor de papel de diario fijado a la pared con chinches, sobre el que pegaba no sólo los posters de la revista, sino también muchas de sus fotos color y otras en blanco y negro de buen tamaño.

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Claro que para ese entonces había comenzado también a coleccionar la legendaria "Expreso Imaginario" desde el mismísimo Nº 1 -ese que hoy se consigue en Mercado Libre a un promedio de $250- así que muchos de sus posters de Pérez Celis, Fontova y demás cultores del arte abstracto también fueron a parar a las paredes. Mi habitación parecía un santuario dedicado al rock... al tiempo que mi mamá se lamentaba de cómo había arruinado una pared... Pero bueno, se dice que los hijos únicos son consentidos y yo no era la excepción. Además, mis padres sabían mejor que nadie que a la hora de atender mis obligaciones de estudiante me olvidaba completamente del rock... y mi promedio académico durante los 6 años de Escuela Industrial siempre habló por sí solo...

En 1978 nos mudamos y ciertamente no pude llevarme mi pared. A los 20 años ya entendía que no podía seguir estropeando paredes, por lo que los restos del collage -suerte que todo estaba pegado sobre papel de diario!- pasaron a decorar el reverso de la puerta de mi nuevo dormitorio y algunos de los posters sobrevivientes quedaron estampados en cuadros que construí con mis propias manos. Sin embargo, mi colección de "Pelo" y "Expreso" siguió creciendo por otros dos años más. Tanto que hasta las tenía organizadas por tandas numeradas en carpetas prolijamente diseñadas.

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Pero ya no era el mismo rock progresivo que había descubierto a mediados de los ’70 el que desfilaba por las revistas y las bateas de las disquerías. La novedad era ahora el punk, el post-punk y la new wave y, como tantas veces lo dije, nuestros viejos héroes venían cayendo en picada con sus acordes y su colosal genialidad. Fue cuando descubrí que el material que nutría las revistas ya no era de mi interés, por lo que interrumpí la colección y preferí derivar la inversión a la oleada de discos importados que encontraron eco en la platea progresiva de la época.

La convergencia de varios hechos me llevó pues a un objetivo: sacar partido de mi profusa biblioteca rockera con un fin definido, clasificar el material, investigarlo, reordenarlo y darle un formato escrito. Es más o menos lo que en términos académicos se resume en una corta palabra: tesis. Sin saberlo, sin ser por entonces estudiante de nivel superior ni por ende conocer la dimensión de dicho vocablo -es más, ya me había iniciado en el mundillo laboral- dí origen a lo que bien podría considerarse un trabajo de tesis cuando "Obertura para Melómanos Elegidos" quedó lista en 1982. Sin "Pelo" y sin "Expreso", la "Obertura" y, naturalmente, el propósito subyacente de este blog jamás se habrían materializado.

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Mi actividad laboral, luego mi mudanza a Córdoba en 1984 y mi ingreso a carrera universitaria relegaron mi preciada biblioteca de rock a su rincón. Años y años y años sin hojearla -muchas veces extrañándola- y nuevas mudanzas y vueltas de la vida me reencontraron finalmente cara a cara con la colección en 2005. Y fue cuando tomé una de las decisiones más insanas de mi existencia: venderla. ¿Para qué habrían de servirme dos o tres cajas de grandes dimensiones repletas de revistas amarillentas que ya no leería, ligeramente deterioradas por el tiempo y/o la humedad? pensé. En fin... O mejor dicho, fin de la historia.

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Hoy, después de 30 años, uno pondera y pone en la balanza el mérito de "Pelo". ¿Qué la hacía tan especial?

Por un lado, "Pelo" era la ventana que nos permitía observar ese "otro mundo" que se desplegaba en el hemisferio norte, escenario invariable de todos los grupos progresivos que llevábamos bajo la piel. En pleno reinado de Internet, ahora caemos en la cuenta que la gran mayoría de las notas dedicadas a estas bandas internacionales vírgenes en el Cono Sur no eran más que traducciones, no siempre fieles, de artículos aparecidos en populares periódicos ingleses como el Melody Maker. Todo el material gráfico, incluyendo los posters, también era reproducido con permiso a partir de aquellas prestigiosas publicaciones.

Sin embargo, el plato fuerte de "Pelo", componente que la vuelve un documento irreemplazable, era su material sobre el rock argentino. Hasta donde conozco, no existe otro archivo similar que atesore, desde el inicio de su época dorada en 1970, el impresionante patrimonio del rock nacional que puede alardear "Pelo". Era material autóctono, tanto periodístico como gráfico, capturado "en caliente", plagado de notas exclusivas y escrito en un único idioma. Y para muchos de nosotros viviendo en el interior, ese material también era una ventana que nos permitía mirar lo que ocurría en Buenos Aires y, en menor medida, en las grandes ciudades como Rosario, Córdoba, Mar del Plata, La Plata y Mendoza, que concentraban el itinerario de las bandas en gira nacional.

Pero fundamentalmente "Pelo" es una época, una instantánea más del vasto celuloide de esa vida que nos tocó en gracia a algunos de nosotros. Forma parte de ella... y por eso mismo no puede estar ausente en "Bitácora Progresiva".

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Y hoy, cuando me encuentro re-capturando viejos números por medio de vendedores en Internet, he vuelto a percibir ese aroma particular que brotaba de las páginas de "Pelo". Y porque hay mucho que revivir y compartir, "Bitácora Progresiva" inaugura la nueva sección "Traído de los Pelos", donde regularmente vamos a reseñar y/o reproducir una pequeña parte de ese ya nostálgico material que desde el papel se resiste al embate del tiempo y las nuevas tecnologías.


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