Danny Boyle se ha buscado un guión que le diera carta blanca para hacer lo que quisiera y así ha sido. Dentro de una trama simple, intenta descaradamente jugar con el espectador, en esos set piece tan alocados y coloreados que tanto le gustan al director, embarullando la realidad con lo generado por la mente de los protagonistas. No hubiese sido un film fallido, si no se llegara a un punto de saturación ante tanto exceso, y el giro final, a pesar de tantos mareos, fuera menos previsible.
Mi Puntuación: 5.2