En nuestro último post hablamos de la aparición de los llamados atracones relacionados con las dietas excesivamente restrictivas. Estos atracones tienen una serie de características concretas que podemos describir con más detalle. La velocidad de la ingesta se llega a duplicar, se come de manera rápida y a un ritmo muy elevado. Las comidas ingeridas en los atracones suelen tener que ver con alimentos altamente calóricos o los que la persona considera “prohibidos” aunque sus calorías no sean elevadas. Durante el episodio de atracón, la persona se muestra agitada, inquieta, llegando a poder coger alimentos que no son suyos, que están escondidos por otros miembros de la casa…además, comen de manera automática, como si no fueran totalmente conscientes de lo que están haciendo en ese momento. Se percibe también una clara pérdida de control de sus acciones, la vuelta a este control suele suceder de manera progresiva durante el atracón o cuando la persona es consciente de que ha ingerido una cantidad de alimentos exagerada. Durante el episodio de atracón y después del mismo, la persona se esfuerza en ocultarlo a su entorno más próximo ya que se siente avergonzada de sus acciones y no suele trasladar estos hechos a nadie de su confianza. Por último, podemos describir las sensaciones que provocan estas ingestas compulsivas; en inicio suelen ser sentimientos placenteros ya que el sabor o la textura les puede resultar agradable, pero a medida que se avanza, suelen ser reemplazados por sentimientos más negativos, incluso de asco.
Lo cierto es que estas características son propias de los atracones, pero es necesario también saber que se dan una serie de desencadenantes para el inicio de los mismos. A nivel emocional, los sentimientos descritos tienen que ver con la soledad, el enfado, la pena o incluso el aburrimiento. El sentirse gordo hace que también decaiga nuestro estado de ánimo y nos sintamos más vulnerables. El aumentar de peso puede ser otro de los precipitantes, después de tanto esfuerzo por mantener una restricción de calorías, ante la mínima subida de peso, se da una reacción negativa por parte de la persona con el abandono de forma tajante de estos métodos. La falta de ocupación o el aburrimiento también está relacionado con la posibilidad de iniciar una ingesta compulsiva, ya que ante estas emociones que pueden generar ansiedad la persona las maneja de forma inadecuada. Queremos por último destacar un desencadenante que se puede considerar obvio, la dieta y el hambre asociada a ella. La privación de alimentos genera una presión psicológica y fisiológica hacia la ingesta y una vez iniciada complicado detenerla.
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