La fotografía, como cualquier otro arte, puede contemplarse bajo luces muy diferentes. Existen profesionales que toman fotografías con grandes objetivos, a mucha distancia, ejerciendo así un papel de, digamos, notarios de la realidad, si es que eso es posible. Pretenden registrarla y clasificarla para tratar de entenderla. En el caso de Yolanda Palomo, sin embargo, la fotografía intenta algo diferente, intenta descubrir la personalidad que ilumina un rostro o un cuerpo, intenta, tal y como afirma la cuarta acepción de la palabra en el diccionario, alcanzar a ver, comprender a la persona que anima los ojos que contemplan el objetivo. Decía Alfred Eisenstaedt que «lo más importante no es apretar el obturador, sino congeniar con el motivo» y Yolanda está más que dispuesta a congeniar con las personas que se ofrecen a su mirada con tal de descubrirlas, de desvelarlas. El descubrimiento como guía, la sorpresa como circunstancia.
Esta serie muestra una serie de retratos tomados en el Sur de la India en Agosto de 2010, un lugar que Yolanda siempre deseó conocer. Si le preguntan a ella, les contestará que, de todas las cosas sorprendentes que descubrió en aquel país, la que más lo hizo fue su gente. A mí esa respuesta no me resulta extraña. Cuando vean sus fotos descubrirán que Yolanda es una humanista, alguien que realmente ama a la gente. Y, tal y como va el mundo, creo que ese es un motivo más que suficiente para dedicarse a la fotografía.