Revista Opinión

Tres cosas

Publicado el 20 abril 2016 por Ildefonso67

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Cantaban el siglo pasado Cristina y Los Stop (¿qué querría decir este nombre?) que en la vida hay tres cosas, a saber: salud, dinero y amor (“y el que tenga las tres cosas, que le dé gracias a dios”, concluían).

No sé si Rajoy o Aguirre habrán bailado esta canción en los guateques de sus años mozos, o si le habrán prestado atención alguna vez a su letra. Es posible. O no, salvo algunas cosas. Pero seguro que estarían de acuerdo con el enunciado de su estribillo. ¿Y quién no?

Por eso estoy convencido de que Mariano y Esperanza entenderán que es una putada que estés ingresado en un hospital público en Madrid, esperando a que te operen de un tumor al día siguiente, y que después de dos días sin comer y ocho horas esperando acojonado a que entren a por ti, se te presente una enfermera y te diga algo abochornada que no va a poder ser, porque se ha prolongado mucho la intervención anterior y que no hay más cera que la que arde.

Sí, como lo leen: después de días de nervios, de movilizar a toda una familia y de que te pongan un sustituto en el trabajo, entre otras cosas, te llega una enfermera y te dice que te tienes que pirar. Ni siquiera te dicen eso de ‘vuelva usted mañana’, tan español, porque está todo programado para el día siguiente, y también para la otra semana. No hay hueco, chaval. Así que te vas para casa, Mariano, Esperanza, cuando ya por fin compruebas que no, que no te están gastando una broma. Te quitan la vía que llevabas puesta desde ayer, rehaces la maletita con la que habías llegado y vuelves a coger el 125 que te lleva para casa. ¿Cómo lo veis?

Esto es cosa de salud, claro, pero también de dinero, Mariano, del mismo que decías que no ibas a tocar cuando llegases a gobernar. ¿Te acuerdas? De esa sanidad madrileña de “máxima calidad” que garantizabas, Esperanza, te acordarás tú también, que nunca mientes.

No os menciono, por irrelevante, que en la habitación no hubiese agua caliente, y que para ducharse antes de la operación hubiese que ir recorriendo con una enfermera varias habitaciones más hasta dar con una en la que poder hacerlo, pidiendo antes, eso sí, permiso a sus ocupantes, que asistían atónitos al fenómeno de que se presentara ante ellos, a las siete de la mañana, un vecino con  la toallita bajo el brazo.

O que para poder ver la tele, en unos aparatos vetustos y en habitaciones compartidas, haya que pagar tres pavos por día (creo que en las cárceles hay tele gratis, y de plasma (¿eso sí que te gusta, eh, Mariano?).

En fin, que sin salud ni dinero nos queda el amor. No el tuyo, Mariano, al que ya no te quieren ni en tu pueblo. Pero sí el que se merecen los profesionales de la sanidad pública, que, pese a todos los sobreesfuerzos que les suponen tus recortes, siguen cada día al pie del cañón, y lo hacen con esa amabilidad, conocimiento y dedicación que riega la tierra. Ellos sí son el pan y la sal, al igual que todos los trabajadores honrados de este país, y los abuelos que sostienen a sus hijos en paro, y las personas que se se dan desinteresadamente a los que padecen, y todos los que en general arriman cada día el hombro para que esto aguante, mientras los tuyos se lo siguen llevando. Sin que a ti te conste.

Así que ya ves, Mariano, para quién es el dinero, para quién la salud y para quiénes el amor. Te lo dice uno que ha sido testigo directo de un episodio que ha tenido como protagonista a alguien muy cercano, y al que tuve que decir en esos duros momentos que fuera fuerte. Como tú con Luis, para que te hagas una idea.

@ildefonsogr


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