Como si ya de por sí no fuera suficiente la presión que uno siente cuando tiene que acudir a una entrevista de trabajo... imaginaos pues que no es una sino tres las entrevistas que se tienen que hacer en un día... ¡o ni siquiera! Fue de hecho en el transcurso de tan sólo cuatro horas. Así estaba yo el jueves pasado, que no era capaz de comer, ni de hablar, ni de nada. Voy a contaros cómo transcurrió este interesante día.
Para la primera entrevista, que no era otra que la segunda parte de aquella que ya realicé en Innsbruck hace unas semanas, me preparé a conciencia. Repasé mentalmente todas las preguntas que la primera mujer me había planteado, busqué información de la empresa en internet, me vestí de punta en blanco y me maquillé incluso; todo porque en la primera ocasión me habían dicho que la imagen es muy importante para la empresa.
Y cuando llego a la segunda entrevista, en este caso en Salzburgo, me encuentro con una mujer desagradable como ella sola, con la cara casi recién lavada, sin peinar y recostada en la silla mientras se leía mi curriculum allí mismo, en vivo y en directo. No me contó nada que yo no supiera ya ni me preguntó nada que no me hubieran preguntado previamente alguna vez en mi vida, y la única impresión con la que salí de allí fue que me habían engañado. ¿Tanta importancia dan a la imagen y a que los trabajadores conozcan la empresa y la persona que se encarga de la selección va con esas pintas y ni se preocupa por haber leído algo sobre mí... en dos semanas? Sí, está bien, es un trabajo y bla bla bla, pero a mí no me llama demasiado la atención trabajar para una persona así, sinceramente. Si me venden un puesto de trabajo de esa manera... teniendo en cuenta además que no me ofrecen más que 18 horas a la semana... Pues en fin... Es para pensárselo dos veces...
A continuación me dirigí a un lugar cercano a donde estará mi futura casa. Es un hotel en el que realizaría un trabajo similar al que hago ahora, con la diferencia de que son muchas menos horas al día (una jornada normal, de hecho), librando no uno ¡sino dos! días a la semana. Todo un lujo en este sector. He de confesar que al principio no me entusiasmaba demasiado la idea, pero al llegar allí me encantó lo que vi, y no sabría describir por qué. Pasó. Yo también les gusté a ellos, por lo visto, pero la persona que me hizo la entrevista me dijo que tenía que hablar con el jefe y que ya nos pondríamos en contacto un día de estos. ¡Toca esperar!
Por último, volví a la ciudad de Salzburgo para la entrevista que de entrada más me interesaba aquel día, que era una cafetería que yo ya conocía. Y, de nuevo, una decepción: el que me iba a hacer la entrevista se retrasó alrededor de 10 minutos, a pesar de que ya estaba dentro del local, me hizo la entrevista delante de la gente que había allí sentada tomando café (en lugar de llevarme a alguna sala aparte), hablándome de tú sin conocerme de nada (algo que me chocó mucho, teniendo en cuenta que aquí prácticamente todo el mundo se habla de usted en el trabajo), destripándome los secretos internos de la empresa delante de todos los clientes, también recostado en el asiento y pasando páginas y más páginas de mi curriculum y de un formulario que llevaba adosado al mismo sin levantar la vista de todos los papeles... Conclusión: demasiado informal y demasiado poco interesante a largo plazo.
Sé que estoy en un país que no es el mío. Sé que no es fácil encontrar trabajo. Sé que tengo que hacer el doble de esfuerzo porque tengo que venderme a mí misma (no en el sentido literal de la expresión) y además hacerlo en un idioma que no es el mío. Sé que debería no rechazar trabajos a la ligera teniendo en cuenta lo mucho que me ha costado llegar a estas entrevistas. ¡PERO! Seamos sinceros... ¿Merece la pena aceptar cualquier cosa? Yo creo que no, y mucho menos si la primera imagen que las empresas dan es tan desagradable como la que me encontré en esas dos entrevistas. Siempre había oído aquello de que uno debe presentarse limpio y aseado ante los posibles futuros jefes, que hay que ser agradable, contestar todas las preguntas, y una larga lista de consejos para que las entrevistas salgan bien. ¡Pero nunca se dice nada de quienes nos entrevistan! ¡Ellos son los que están representando a una empresa, ellos son quienes necesitan a los trabajadores! ¿Y voy yo y me encuentro con esos desastres? En fin... ¡una lástima!
En cualquier caso, para bien o para mal, todos ellos me han dicho que se manifestarán tarde o temprano para decirme si me aceptan o no. Ahí será cuando tendré que decirles si yo también les quiero en mi vida o no. Aunque tal y como pintan las cosas creo que la decisión se toma por sí sola...
Próximamente, os contaré todas las novedades sobre este tema.