Estos días, el peculiar Taller Masriera ha vuelto a ocupar titulares en los medios de comunicación [Ver: Entrem al Taller Masriera de Barcelona]. Parece ser que este templo neoclásico de 1882, cerrado desde 2009, recuperará todo su esplendor original para convertirse en un nuevo equipamiento municipal. El pasado mes de enero ya se habló de él en los medios, cuando la promotora KKH Property Investors, que lo había comprado a la Fundació Pere Relats (antiguo propietario), lo cedió gratuitamente al Ayuntamiento con la finalidad de compensar una modificación puntual del Plan General Metropolitano (PGM), que permitiese traspasar los derechos de edificabilidad del edificio de los Lluïsos de Gràcia al rascacielos del Deutsche Bank (Diagonal-Passeig de Gràcia), y así poder llevar a cabo el proyecto de elevarlo hasta los 98 metros de altura y convertirlo en hotel.
Estudi-Taller Masriera. (Foto: Arxiu de Revistes Catalanes Antigües. Biblioteca Nacional de Catalunya)
No os voy a explicar nada de su historia, ya que para ello podemos consultar la webgrafía, lo que sí que os puedo proponer para empezar el post es viajar virtualmente hasta Nimes para visitar la Maison Carrée (edificio en el que se inspiró su construcción) o recordar las otras obras que el arquitecto que lo construyó, Josep Vilaseca i Casanovas, dejó en la ciudad de Barcelona (tales como el Arc de Triomf o la remodelada Casa Bruno Cuadros, de la que cuelga el más famoso dragón chino de la Rambla). No obstante, prefiero centrarme en las actividades culturales que se llevaron a cabo en su interior, y cuyo legado no deja de ser sumamente importante para la historia de la ciudad. Por lo tanto, hoy vamos a hablar de joyería y teatro.
La firma de joyería Masriera nació en 1839, en el taller del platero Josep Masriera i Vidal donde, al más puro estilo de los gremios medievales, se estableció una pasantía (examen de promoción) que debían superar los aprendices que querían llegar a maestro. A la muerte del propietario, dos de sus hijos heredaron el taller y se encargaron de hacer crecer exponencialmente el negocio familiar. Fueron Josep y Francesc, quienes encargaron la construcción del edificio de la calle Bailén, en el que instalaron su estudio-taller y un museo. Además de orfebres, ambos hermanos fueron afamados pintores. Mientras que Josep Masriera i Manovens se decantó por el paisajismo (una buena muestra de sus obras se pueden ver en el MNAC), Francesc Masriera i Manovens lo hizo en la técnica del retrato, dejando a través de sus pinturas un importante testimonio de la vida y las costumbres de la burguesía barcelonesa de principios del siglo XX. Entre su producción pictórica está el “Retrat de la Reina Regent Maria Cristina d'Habsburg i del príncep Alfons” que preside el salón de plenos del Ajuntament de Barcelona. Otro de los hermanos, Frederic Masriera i Manovens, creó la Fundición Masriera i Campins que se encargaría de fundir muchas de las esculturas públicas de los monumentos erigidos en diferentes ciudades españolas y americanas. Un ejemplo es la de Velázquez que hay frente al Museo del Prado de Madrid.
Pero si importante fue la labor artística y artesanal realizada por la segunda generación de los Masriera, todavía aumentaría unos cuantos grados con la de la tercera generación, representada en la figura de Lluís Masriera i Rosés, hijo de Josep, que llegaría a convertirse en el joyero insignia del modernismo catalán y uno de los principales del Art Nouveau. Uno de los modelos más famosos de sus creaciones fueron las libélulas hechas con oro, piedras preciosas y esmalte, una técnica artística -ésta última- que se llegaría a conocer con el nombre de esmalts de Barcelona. Para los que quieran conocer de primera mano una buena colección de piezas del artista, en la primera planta del Hotel Bagués de la Rambla existe una exposición permanente de casi cien piezas, que vale la pena ir a visitar.
Como curiosidad, en 1906 Masriera recibió el encargo de diseñar una diadema para la reina Victoria Eugenia, que los monárquicos catalanes le entregaría como regalo de bodas. La diadema, que se conoce como “la diadema desaparecida” debido a que se desconoce en dónde está, era un aro de oro acabado en un “pico de viuda”, con esmalte traslúcido multicolor y decorado con diamantes y perlas. Entre los elementos decorativos llevaba dos flores de lis (símbolo de la Casa de Borbón), dos caballos encabritados al lado de cada flor y un escudo de Cataluña en la parte frontal de la diadema. Se supone que si actualmente todavía existiese esta pieza de joyería, su valor en una subasta sería inimaginable.
La diadema desaparecida de la reina Victoria Eugenia. (Foto: Biblioteca Virtual de Prensa Histórica. MCU)
Algunos diseños de Lluis Masriera (Foto: Imágenes de Google)
Y si Lluís Masriera fue un genio de la joyería, también fue un gran apasionado del teatro (especialmente amateur y experimental), lo que le llevó en 1932 a transformar el interior del templete de columnas corintias de la calle Bailén en un teatro. El resultado fue el Teatro Studium, con capacidad para casi 500 personas, y que se mantuvo en funcionamiento hasta 1951 cuando el edificio pasó a manos de una compañía de monjas.
Si revisamos la hemeroteca de La Vanguardia encontraremos diferentes anuncios y artículos que nos hablan del teatro, entre los que destaca el que hace mención a la presencia del poeta Federico García Lorca en ese lugar en octubre de 1935, para leer a los actores de la compañía de Margarida Xirgu su obra Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las Flores, que se estrenaría oficialmente el 12 de diciembre de ese mismo año en el Principal Palace.
La Vanguardia. Lunes, 27 de mayo de 1996
La Vanguardia. Viernes, 22 de noviembre de 1935
La Vanguardia. Miércoles, 7 de julio de 1976 (Leer completo)
La Vanguardia. Jueves, 12 de diciembre de 1935
Federico García Lorca (autor), Margarida Xirgu (actriz) y Cipriano Rivas Cherif (director), después del estreno de "Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores". 12 de diciembre de 1935. Teatro Principal de Barcelona. (Foto: Museo Nacional de Teatro. Almagro)
Y ya que he mencionado a Federido García Lorca y a Margarida Xirgu, vale la pena acabar recordando esa gran amistad, que nació con motivo del estreno de la obra Mariana Pineda en el Teatro Goya de Barcelona, el día 24 de junio de 1927, y que llevaría a la Xirgu a convertirse en musa del escritor, lo que afianzaría la relación de Lorca con Barcelona. Dicen que los dos últimos años de vida del poeta fueron muy intensos, tanto personal como artísticamente. Terminó de escribir Yerma, Doña Rosita la soltera y La casa de Bernanda Alba, además de revisar otras obras anteriores como Poeta en Nueva York, y la casualidad quiso que pasase su último invierno de vida (el de 1935) en Barcelona, dirigiendo obras de teatro, recitando poemas y dando conferencias en diferentes partes de la ciudad. El estreno de la última de sus obras que vio antes de morir tuvo tal éxito, que la ciudad le rindió un homenaje a vueltas de la Navidad.
La Vanguardia. Miércoles, 25 de diciembre de 1935
Para saber más:
Un templo clásico escondido en el corazón de Barcelona
El extraño edificio de Bailén
Lluis Masriera and Modernisme in Catalonia
Masriera. Joiers des de 1839
Bagués-Masriera