
Tres semanas de viaje dan para explicar muchas cosas. Aunque quede la sensación, como con todo lo que se disfruta, de que han pasado demasiado rápidas.
Vacaciones es sinónimo de descubrimiento, da igual que sea en lugares ya conocidos; de dejarse guiar por los sentidos para impregnarse de paisajes, sonidos y aromas. Vacaciones para mí significa, sobre todo, sumergirme en la naturaleza. Pero también es el momento de compartir experiencias, de conocer a y reencontrarse con personas que lo hacen a uno reconciliarse con la especie humana.
Este verano ha sido pródigo en ambos ingredientes: mucha naturaleza y buena gente.
Mi intención es escribir varios artículos sobre las experiencias vividas, porque, igual que ocurrió el año pasado, el material disponible, en recuerdos e imágenes, es muy amplio.
Debería comenzar unos días antes de la partida, cuando aún no teníamos cerrada la ruta (la previsión no es lo nuestro). Lo único claro era que, como cada verano, pasaríamos unos días en el camping Bielsa. La dosis de Valle de Pineta y su entorno es irrenunciable.

Pero sería la última parada. Antes queríamos pasar unos días en las Rías Baixas. Galicia nos encantó las dos veces que estuvimos antes, y teníamos una cuenta pendiente con las Islas Cíes. La ocasión en que estuvimos nos quedamos con las ganas de bañarnos en sus aguas cristalinas (y congeladas, como hemos acabado comprobando).

Así que la crónica viajera tiene que empezar necesariamente con el email que le escribí a Belén Soto, viguesa, maestra alfarera y ceramista, a quien conocía por el blog Arcilla y fuego, donde expone sus preciosas creaciones y las de sus alumnos, y porque fue una de las anfitrionas del viaje de El viaje de Pau por España.



Le preguntaba si me podía recomendar algún alojamiento en la zona… y respondió que nos ofrecía su casa. Cuesta creer que, habiendo gente tan increíble, el mundo esté como está. Belén y Jorge (su marido) son la prueba viviente de que no todo está perdido, de que merece la pena luchar en positivo por lo que uno cree, de que es posible construir y de que ser buena persona no es un hándicap para salir adelante, sino todo lo contrario. Os los presentaré con más detalle en el capítulo dedicado a Galicia.


Porque, obviamente, fuimos a Vigo. Antes pasamos un par de noches en Soria. Concretamente, en Navaleno, en casa de otra familia que construye, que trabaja de forma honesta por sacar adelante su negocio: La Casona del Herrero, un alojamiento rural con encanto, el que le ponen Magda y Felipe. Como encantador es el entorno.
Soria fue un descubrimiento sorprendente hace cuatro años, y ahora es parada casi obligada en nuestros viajes por el norte. Bueno, Soria y Burgos, porque las Lagunas de Neila, el tesoro que descubrimos en esta ocasión, se encuentran en territorio burgalés.


Como lo va a acabar siendo Babia, el paraíso leonés que inspiró buena parte de mi novela Con la vida a cuestas. Este verano no íbamos a ir, pero pensando en dónde parar en el largo trayecto desde Vigo hasta el Pirineo Aragonés, la tentación de hacer una visita a ese segundo hogar que es la Casa Rural La Cueta Alto Sil fue demasiado grande. Dalmacio nos trata tan bien…
Total, que como la lista de lugares imprescindibles se va ampliando cada agosto, al final un mes de vacaciones se nos quedará muy corto. El límite lo marcará el presupuesto, claro.
Aún antes de llegar a Bielsa hicimos parada en otro punto intermedio. Fue sólo una noche en una casa rural preciosa, ubicada en plena comarca vinícola de La Rioja. Cordovín se llama el pueblo. Queda apuntado para futuras escapadas.

Lo que diga de Bielsa y el Valle de Pineta va a ser repetitivo. He escrito muchísimo sobre el que para mí siempre será el lugar más bonito del mundo, aunque tantos años después nos sigue sorprendiendo y regalando encuentros valiosos. Habrá crónica sobre las aventuras de este año, desde luego, porque merece la pena recordarlas y compartir la belleza de sus imágenes.



Pineta es una fuente de inspiración continua. El viaje de Pau y un buen puñado de relatos han nacido de allí, de su naturaleza sobrecogedora (de verdad, hasta que no recorres esas montañas no te haces a la idea de lo que impresionan) y de su gente, de carácter firme, el que imprime el lugar y su historia. Gente como José María Escalona (que tanto me ayudó con mi primera novela), con quien es obligado un buen rato de charla y una visita a su casa para que Albert persiga a su gata, no demasiado dispuesta a dejarse coger.

Y gente inesperada, que la vida pone en tu camino para que te preguntes una y mil veces si las casualidades de verdad existen. Como Jesús, de quien ya hablé en un artículo anterior. Un Pau hecho realidad. Evidentemente, nos encontramos en Pineta, y merece la pena explicarlo porque fue bonito y bastante curioso.
En fin, sirva este post de prólogo a lo que vendrá. Sobre todo belleza, natural y humana.