El documental de Santa Ana y Pecoraro desembarcará el jueves 23 de noviembre en el Gaumont de CABA, en el Municipal Select de La Plata y en la sala Cine.AR de Santa Rosa, La Pampa.– Los homosexuales han denunciado en este último tiempo que son víctimas de una persecución indiscriminada por parte de la Policía Federal, registrándose detenciones y otros abusos. ¿La homosexualidad está considerada entonces como un delito?
– La homosexualidad es una enfermedad; de manera que nosotros pensamos tratarla como tal. Si la Policía ha actuado es porque existieron actitudes que comprometen públicamente lo que podría llamarse las reglas del juego de una sociedad que quiere ser preservada de manifestaciones de este tipo; de manera que no hay tal persecución, por el contrario creo que hay que tratarla como una enfermedad”.
– ¿De qué manera se puede implementar tal tratamiento?
– Sobre la base de la educación, una docencia que permita preservar a los jóvenes para evitar que se introduzcan en este tipo de práctica.
Las palabras del entonces ministro del Interior Antonio Troccoli en esta entrevista periodística que Enrique Symns y Juan González le hicieron en el otoño de 1984 para la revista El Porteño sintetizan muy bien la mentalidad de la época que Carlos Jáuregui enfrentó a partir de una militancia corajuda, perseverante, dialoguista, ambiciosa, creativa. Vale recordarlas para presentar el largometraje El puto inolvidable. Vida de Carlos Jáuregui, que Lucas Santa Ana y Gustavo Pecoraro produjeron sobre el primer presidente de la CHA, y que se estrenará pasado mañana en una pequeña porción del circuito de exhibición Cine.AR.
La trayectoria militante es el tema principal de esta semblanza colectiva, que Santa Ana dirigió a partir de un guión co-escrito con Pecoraro y de los testimonios que proveyeron César Cigliutti, Alejandro Modarelli, Ilse Fuskova, Marcelo Ferreyra, Marcelo Feldman, el pastor Roberto González, Alejandra Sardá entre otros referentes de la comunidad LGBT argentina. De hecho, de los 84 minutos que dura el documental, la mayor parte recrea la conversión de Jáuregui en figura pública, desde el regreso a Buenos Aires tras una estadía formativa en París y Nueva York hasta la procesión fúnebre que trasladó su féretro de Plaza de Mayo al Cementerio de la Chacarita, pasando por el Palacio del Congreso de la Nación.
En el capítulo ‘El paria gran escultor’ que integra la recopilación Acá estamos. Carlos Jáuregui, sexualidad y política en Argentina, Modarelli recuerda el “No digas más ustedes” que su amigo le dijo después de escucharlo varias veces excluirse del grupo al cual ambos pertenecían. La naturaleza colectiva de El puto inolvidable y la condición homosexual tanto de Santa Ana y Pecoraro como de sus entrevistados constituyen un homenaje sensible a –y consecuente con– ese Nosotros inclusivo que pregonó el también fundador de la asociación Gays por los Derechos Civiles o Gays DC.
Mientras repasan la vida pública de Jáuregui, los realizadores reconstruyen la evolución de ese sujeto plural que impulsó la primera marcha del orgullo gay-lésbico en nuestra ciudad, el primer proyecto de unión civil entre personas del mismo sexo, una demanda penal por discriminación contra el entonces arzobispo de Buenos Aires Antonio Quarracino, la prohibición de la discriminación por orientación sexual en la nueva Constitución porteña. La presencia de la palabra Puto en el título da cuenta del cariz discursivo de la lucha que nació en el boliche Contramano, ganó la calle, llamó la atención de los medios y no paró hasta conseguir la aprobación de las leyes de Matrimonio Igualitario en 2010 y de Identidad de Género en 2012.
Esta reivindicación del sustantivo tradicionalmente peyorativo evoca el recuerdo de otro gran documental sobre el activismo gay en nuestro país: Putos Peronistas. Cumbia del sentimiento. El vínculo que la memoria establece con el film de Rodolfo Cesatti refuerza la idea de que Jáuregui abonó el terreno para una militancia sin límites temporales, geográficos, partidarios.
Asimismo resulta inevitable la comparación con la ficción que el estadounidense Gus Van Sant filmó hace casi diez años en homenaje al compatriota y activista gay Harvey Milk. Es evidente el contraste entre la suerte de hagiografía que se estrenó en nuestro país a principios de 2009 y el retrato político elaborado por Santa Ana y Pecoraro.