Revista Opinión

Tricornios y Custodios

Publicado el 30 agosto 2012 por Cspeinado @CSPeinado

Tricornios y Custodios.

Foto de Internet.

¿Qué sería de cualquier blog sin sus comentarios y sus peticiones de rectificación, crítica o ataque a muerte? Eso mismo me he preguntado yo muchísimas veces cuando, dándole a la tecla me sumerjo en ese maremágnum de ideas que me rondan la cabeza a la hora de escribir. El caso es que me alegra poder dedicar el presente artículo a un correo electrónico recibido a raiz de mi anterior artículo, El Crematorio de las Quemadillas, en el cual un buen amigo y seguidor de twitter me comunica lo mal que ha sentado entre algunos conocidos suyos de la Policía y de la Guardía Civil dicho artículo. Sin estar en mi ánimo rectificar ni un ápice el referido artículo diré algo que en mi tierra es certeza, el que se pica, ajos cóme, o lo que es lo mismo, si el artículo ha provocado indignación es porque ha dado de lleno en la oscura y nebulosa línea de flotación de uno de los aspectos más en declive de nuestro pais que no es, ni más ni menos, que la falta de efectividad, en ciertos casos, no todos, de nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Menosprecio.
A raiz de mi artículo he podido comprobar el menosprecio que se puede mostrar, por parte de los servidores del estado hacía un ciudadano que no haga otra cosa que quejarse del buen o mal hacer de nuestros policías. A la sazón, la opinión que yo he vertido ha sido en torno a dos de los más sonados, mediáticos y críticos para el Cuerpo, casos de asesinato y desaparición. No he dicho nada que no haya pensado ningún otro ciudadano y sólo me he quejado de la falta de tacto de algunos estamentos del Cuerpo Nacional de Policía. Es algo que deberíamos hacer todos, pues sí hay policías que, en su cumplimiento de su deber hacen que desaparezca cocaina de la Comisaría Superior de Sevilla o se quitan el casco en clara complicidad con unos manifestantes que, ahora,  se quejan de su rebaja de sueldo y derechos. Lo hacen cuando no han movido un dedo por cinco millones de compatriotas que llevan cuatro años pasándolo mal y pagando sus sueldos. Son pequeños detalles que trascienden el mero hecho de hacer bien o mal su trabajo.
No dudo y eso lo certifico yo mismo pues tengo parientes que son tanto Policías cómo Guardias Civiles, que ambos cuerpos dan mucho a cambio de poco. Sus dotaciones no son siempre las mejores para el desarrollo de su función. Suelen estar mal pagados, cómo está cualquier empleo en el que te juegues la vida y la presión que se ejerce sobre ellos por parte de, primero, mandos inútiles procedentes del ámbito politicastril, más preocupados en los intereses de turno que en los de los ciudadadanos y segundo, medios e internet que hacen que cualquier mínima acción pueda ser interpretada y distribuida en tiempo real a cualquier parte del mundo haciéndoles aparecer siempre cómo parte mala de la acción a señalar. No obstante y por esa razón, porque son los primeros en ir a la picota, salga bien o salga mal la cosa, deben de poner un empeño superior, al doscientos por cien, dando a entender y demostrando que para ellos la vocación está por delante de sueldos, sindicalistos y gobierno.
Profesionalidad.
Nunca osaría, creo que eso sería de una evidencia aplastante, hablar de policías cómo agentes rasos y aún de subinspectores o inspectores. El Cuerpo Nacional de Policía es un ente compacto, cómo lo es la Guardía Civil. Un miembro no se avergüenza así mismo, avergüenza a todo el cuerpo y a ello me refería en el artículo El Crematorio de las Quemadillas. Cuando desaparece droga de un establecimiento policial, se detienen policías corruptos, se caga por parte de la Científica, todo ello lo padece el Cuerpo al completo. Y lo peor no es ello. Lo peor es que para el gran público el tema pasa, se olvida y el miembro que en su día gangrenó el cuerpo es tapado y cubierto, raramente asume su culpa y desde luego muy extrañamente es expulsado por haber puesto en cuestión la labor de todo un organismo con setenta mil efectivos que, inevitablemente y por extensión, se ven pringados de la acción de uno. Insisto, el gran público olvida, pues para eso se le adoctrina e imbeciliza, pero siempre quedamos los que, viéndola venir, la fijamos en la retina para soltarla cuando sea menester.
No puedo dejer de pensar que la instrucción de un caso cómo el de los niños de Córdoba se ha ido al traste, con la alarma social que ello conlleva, simplemente porque alguién, analizando unos restos, concluyó que eran restos animales y no humanos. Yo no soy demasiado dado a la antropología ni ciencias afines, pero si veo que mientras una sociedad recién salida del fracaso policial de Marta del Castillo se sumerge en la nueva pesadilla que presuntamente nos proporciona José Bretón, los fallos, las cagadas y la dilación de un caso que ya clama al cielo hace que el Cuerpo se vea en la tesitura de seguir adelante dando palos de ciego o plantarse y pensar que falla. Aunque lo que falla ya se lo puedo yo decir cómo cualquier otro que, conociendo ambas intituciones, tanto la emanada de Ávila cómo la emanada de Baeza, vea que cada uno de los agentes y miembros del cuerpo civil de investigación y seguridad español está pleno de desidia, falto de motivación y en muchos casos, no todos, muy carentes de vocación.
Concluyendo.
Tras mi paso por el Ejército descarté por entero pertenecer a la Guardía Civil. Consistí que mi libertad para pensar y mi capacidad para superarme, trabajar y producir estaba por encima de un Benemérito Instituto al que admiro pero con el cual no me puedo identificar. Del mismo modo rechacé pertenecer a la Policía Nacional por cuanto siendo un cuerpo policial adolecía de muchas carencias que no me apetece enumerar pero que si hicieron que me decantara por otras salidas profesionales. Que no existen piques entre Cuerpos es mentira, pues no sería la primera ni la última vez que investicagiones u operativos se malogran por la falta de cooperación o el pique directo. Que ambos cuerpos lamentan recíprocamente lo qeu les sucede a los demás es algo que tampoco sé, pero lo que si estoy seguro es que la Policía, en éstos últimos casos, está dejando muy bajo el listón. Algo que no debería sorprendernos desde el fatídico día en que varios trenes volaron por los aires sin que aún se haya aclarado quien o que provocó el atentado.
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