Revista Cine

Trilogía de lo inefable (Antes del anochecer)

Publicado el 09 julio 2013 por Sesiondiscontinua

Trilogía de lo inefable (Antes del anochecer)Con Antes del anochecer (2013) culmina una trilogía dirigida por Richard Linklater sobre las relaciones de pareja que comenzó con Antes del amanecer (1995) y siguió con Antes del atardecer (2004), retomando la misma pareja protagonista y los mismos actores --Julie Delpy y Ethan Hawke-- esta vez colaborando directamente en el guión. Respetando el tiempo real transcurrido entre filme y filme, recrea algunos hitos archiconocidos de la convivencia, asociando cada fase a un momento del día. Esta tercera entrega supone el inevitable cierre y balance que todos esperamos. En una película planteada como Antes del anochecer lo importante no es lo que se ve, sino lo que se dice y cómo se dice.
Estructurada en largas tomas conversadas que sostienen todo el argumento y en las que los protagonistas demuestran su capacidad para llevar este tipo de escenas (casi una rareza en el cine actual), todo el interés radica en conocer cómo les ha ido a Jesse y Céline estos años: sus logros, sus desavenencias, sus planes, sus cambios de opinión respecto a todo... Pero especialmente exhibiendo como intérpretes su capacidad de improvisación y su habilidad para introducir cada nuevo tema (lo más complicado en este tipo de películas, porque equivale a dejar entrever las costuras de un guión obligado a fluir con naturalidad).

El filme retrata un presente idílico en Grecia, al final de un verano en que Jesse y Céline se sienten muy cerca uno del otro, disfrutando de buena compañía y de conversaciones profundas, propias de gente con estudios superiores, éxito profesional, nivel de renta elevado y la misma innata tendencia a la teorización irónica sobre la vida y el amor que los personajes de Woody Allen en sus mejores títulos (es ahora cuando podemos calibrar la enorme influencia de este cineasta en el cine posterior). El espectador no tiene más que acomodarse y disfrutar de una historia sin florituras formales que dosifica adecuadamente los momentos culminantes y avanza a base de cambios de escenario y la luz decreciente de un sol que augura algo más que el crepúsculo.
El problema de las tres fases de una relación es que, excepto en la primera (la inicial, la del sexo y hablar), en la que la elección/hallazgo de un único objeto de deseo proporciona un chute hormonal irrepetible gracias a su combinación de bienestar físico y sentimental, en ellas puede suceder todo lo bueno y todo lo peor. La segunda, que en circunstancias normales sería la de la consolidación, también puede convertirse en la del desengaño, la del fin de la magia, en la que la realidad se impone y la inevitable rutina y el deseo de recuperar viejas manías se abren paso. Y si, a pesar de todo, la fortuna ha hecho que la segunda fuera la de la consolidación, aún queda el anochecer, esa tercera fase que no es, por el mero hecho de alcanzarla, el infinito y más allá (como todavía creen algunos ingenuos), sino la de una madurez que se consume en una eterna negociación. Pero también puede ser la de la descomposición, la del estallido de conflictos temerariamente aplazados durante la segunda fase, la de la Gran Bronca Definitiva, la de la resignación ante lo malo conocido, la de aferrarse a los logros del pasado que ayuden a sobrellevar la rutina del presente. Con todo, a pesar de un panorama tan negro, para Jesse y Céline también puede ser la del infinito y más allá (aunque la estadística dice que sólo tres parejas cada siglo lo consiguen).
La principal ventaja de este tipo de películas es que, una vez establecida la empatía con la pareja protagonista (Jesse y Céline son viejos conocidos), permite al espectador establecer comparaciones y paralelismos con el propio expediente sentimental, consolarse, hacerse promesas, revocar otras, marcarse objetivos o, simplemente, disfrutar de un rato de buen cine y reconfortarse en los errores ajenos.


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