Revista Cultura y Ocio

Trilogía Sucia de la Habana

Publicado el 25 noviembre 2015 por Brisne @Brisne72
Trilogía Sucia de la Habana
“A los cuarenta todavía uno está a tiempo de abandonar la rutina, el agobio estéril y aburrido y comenzar a vivir de cualquier otro modo. Sólo que casi nadie se atreve. Es más seguro continuar en lo mismo, hasta el final.”
 Pedro Juan Gutiérrez nació en Matanzas, Cuba en 1950. Hoy vive en la Habana. Los cuentos de Trilogía Sucia de la Habana transcurren en el malecón, en las calles de esa Habana entorno a la hambruna de 1990. Imagino que la mayoría conocerán la historia de Cuba, tras la caída del muro de Berlín Cuba se quedó huérfana, sola y el hambre se instaló en las calles. Pedro Juan narra desde sus tripas esos años. Años de hambre, de desolación, de conseguir dinero de cualquier modo.
Cuentos descarnados, llenos de sexo, suciedad y hambre. Cualquiera pensaría que en semejante contexto los cubanos organizarían huelgas, caceroladas, irían a pedir a Fidel su comida. Eso lo haríamos aquí. Nuestro derecho a comer y vivir se defendería a golpe de grito, chillando, exigiendo el fin del bloqueo. Miles de intelectuales hablarían pestes de EEUU y pedirían, no, exigirían que acabase y que el parné lloviese del cielo. Tendríamos derecho a ello. Nosotros tenemos que comer y poder comprarnos el último grito en IPAD. Pero ellos no, los cubanos reaccionaron diferente, ellos tiran p’alante. Se buscan las fulas dónde sea: jineteando, vendiendo hígados humanos, trapicheando con carne o con ron.
Los cubanos sacan sus castañas del fuego. Intentan llegar a EEUU en pateras. Intentan vivir. Trilogía Sucia de la Habana nos narra eso en cuentos independientes llenos de vida habanera, de sexo salvaje, de dioses cubanos que llenan sueños, de muertos que vuelven, de vida jodida pero me da la impresión feliz. Trilogía está lleno de sexo y de vida también. Es curioso como en situaciones de grave crisis económica son las mujeres las que mejor saben salir de la situación. Ellas comercian con su cuerpo fundamentalmente porque claro, es mucho más fácil para nosotras que para ellos poder sacar las fulas que los estadounidenses babosos llevan a la Isla. Pero toda la sociedad reacciona, pollos y cerdos llenan las azoteas de la Habana, las terrazas de los bajos, y el olor a mugre y animal llena el aire de La Habana.
Me ha gustado descubrir esa Cuba. Me ha gustado el autor. Y también ver cómo se enfrenta al paso del tiempo y al cambio, no tener nada fijo ni estable a los cuarenta es algo a lo que no estoy acostumbrada. http://feedburner.google.com/fb/a/livefeed?id=ri6e1gq8734efuk7f5arnr56ic

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