Revista Deportes

Triunfalismo desatado

Por Antoniodiaz

Triunfalismo desatado

Julián López

 

Impresentable corrida de Garcigrande


Esta feria de Invierno es un buen aperitivo para la temporada en Madrid, aunque muy poco tiene que ver con lo que de verdad representa el toreo en la capital. Vistalegre está situada en Carabanchel y sigue teniendo el mismo marchamo de plaza de barriada aunque el soberbio edificio multiusos que sustituyó a la vieja Chata nos ofrezca un aspecto imponente. Por desgracia el espectáculo que se ofrece tiene mucho más de provinciano que de madrileño. Para muestra la indecorosa corridita de Garcigrande que este sábado mataron tres figuras. Y lo peor: sustituía a otra rechazada por falta de trapío. Como sería entonces la que se trajeron de entrada para los tres figurones.
Por supuesto que El Juli, sobrado de sitio y con ganas de comerse con patatas aquel menú, anduvo a gorrazos con sus dos animalitos. Con facilidad y sin pasar de buen profesional pero sin el más mínimo sentimiento. Hizo el toreo industrial de esta época, esforzándose, eso sí, en el cuarto, ante el cual brujuleó para meterlo en la muleta ya que el perruno ejemplar no podía con el rabo. Enmedio del triunalismo de la tarde le obsequiaron por una orejita en cada toro.
El triunfalismo continuó con Manzanares, un torero mimado por la gente biutiful. Con el becerrote que salió en segundo lugar hizo un toreo de línea recta, sin cruzarse y como el animalito tenía cierto genio llegó a pasar algún momento incómodo. En el quinto abusó del unipase y tan sólo en una serie con la derecha ligó una tanda de buen corte. Por supuesto que también hubo orejita en cada toro. No faltaría más en una tarde tan amable y bonachona.
Pero el triunfalismo carabanchelero tuvo su momento álgido en la primera faena de Talavante ante otro perruno ejemplar. Por supuesto que el torero extremeño se esmeró en unos derechazos largos y muy cuajados, aunque forzando la figura y dejando el brazo izquierdo como si estuviera escayolado. Hombre, Talavante, ya sabe usted que ese brazo debe estar a su caida, de forma natural y nuca tan por las nubes. Claro que a la gente aquel toreo le pareció la gran maravilla y después de una eficaz estocada le dieron nada menosa que las dos orejas. En el sexto Talavante hizo un toreo de paupérrima entidad, un trámite vulgarote y pueblerino. No importa, ya tenía la puerta grande asegurada. Y todos tan contentos.


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