Revista Ciencia

True Blood: ¿Se puede usar un congelador como aire acondicionado?

Publicado el 30 septiembre 2011 por Alf

Acabo de ver la última (cuarta) temporada de True Blood, y en el primer episodio vi algo que tal vez no sea estrictamente mala ciencia, pero que plantea algo curioso. Resulta que uno de los personajes, Jason, se ha quedado «al cuidado», por así decirlo, de una comunidad de personas un tanto peculiares. En una de sus visitas, le piden que le eche un ojo a un congelador que se ha estropeado. Resulta que lo tenían permanentemente abierto para usarlo como aire acondicionado improvisado (la acción se desarrolla en un pueblo de Luisiana, donde hace mucho calor). Tras decirles que precisamente es eso lo que ha estropeado el aparato, al forzar el motor, Jason se agacha sobre él para limpiarlo (es de esos tipo «arcón»), y es golpeado por sorpresa, y encerrado.

Como he dicho, lo que vemos no es necesariamente mala ciencia, ya que por un lado, el usar un congelador como aire acondicionado era parte de una treta para atrapar al personaje, y por otro, los que usaban el congelador no tenían muchas luces. En ningún momento se nos dice que ése poco ortodoxo uso del aparato sea efectivo. Pero no importa, ya que nos plantea una pregunta: ¿puede usarse realmente un congelador como aire acondicionado?

La respuesta es no. Y para entenderlo no hace falta conocer en detalle cómo funciona un congelador (de hecho, existen varios sistemas, así que no es cuestión de explicarlos todos). Basta con recordar la omnipresente Primera Ley de la Termodinámica, que todos conocéis. Para disminuir la temperatura de su interior, un congelador (o nevera, o frigorífico) extrae el calor. Pero ese calor no desaparece, sino que es expulsado al exterior. Si alguna vez habéis mirado la parte trasera de vuestra nevera, habréis visto una especie de radiador. Bien, por ahí es por donde sale el calor que se extrae del interior. No siempre lo notaréis caliente, ya que el aparato no está siempre extrayendo calor. El interior está aisado térmicamente del exterior, por lo que si mantenemos la puerta bien cerrada la mayor parte del tiempo, entrará muy poco calor donde tenemos los alimentos (y por tanto, menos tiempo estará funcionando el motor, y menos energía eléctrica consumiremos).

¿Qué pasa si tenemos la puerta siempre abierta? Pues que, además de derrochar energía eléctrica y arriesgarnos a estropear el aparato, estáría constantemente expulsando calor por su parte posterior. Concretamente, el mismo calor que extrae de su interior. Así que, tal vez si nos acercamos a la puerta del aparato, notemos más fresquito, pero la temperatura media de la habitación sería la misma, ya que sólo estamos «moviendo» el calor de una zona a otra. Para disminuir globalmente la temperatura de la habitación, el calor extraído habría que sacarlo fuera de la misma, como hacen las instalaciones de aire acondicionado. De otro modo, sería como si en una embarcación con una vía de agua, al achicar la misma, la derramaramos nuevamente en el barco.

Bueno, en realidad sería peor, por culpa de la Segunda Ley de la Termodinámica. Para «mover» calor de un punto frío a uno más caliente, necesitamos aportar energía. Es por eso que un frigorífico está enchufado a la red eléctrica, y no puede usar el calor extraido de su interior para autoalimentarse energéticamente. Además, no existen aparatos con una eficiencia energética del 100%, por lo que parte de esa energía eléctrica, se perderá en forma de calor. Es decir, en realidad, cualquier aparato eléctrico de refrigeración, está emitiendo más calor del que extrae.


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