A lo largo de 20 años, los detectives Rust Cohle y Marty Hart investigarán un crimen macabro que les llevará a recorrer los pantanos de Louisiana, encontrando en su camino sectas religiosas, bandas de moteros, abusos a menores y ritos ocultos que les llevan a enfrentarse directamente con el lado oscuro de la condición humana.
Me encanta ver series. Personalmente, disfruto del riquísimo y variado panorama televisivo estadounidense, de lo mucho que ha bebido del cine y me encanta seguir tanto los grandes fenómenos como Perdidos, The Walking Dead, Juego de tronos o Breaking Bad como las producciones más pequeñas pero igual de interesantes como Lights Out, The Pacific, The Newsroom o Ray Donovan. Así, desde que se anunció a mediados de 2013, True Detective fue una de las nuevas propuestas de la Edad Dorada de la ficción televisiva que esperaba con más ganas, y desde que se estrenara a principios de enero de 2014 en el canal HBO, he disfrutado siguiéndola semana a semana, llegando finalmente a la conclusión de que estamos ante una serie sencillamente perfecta, que ocupa un lugar destacado en mi podio personal junto a Perdidos, Hermanos de sangre y Breaking Bad. Vayamos ahora con la serie en cuestión.
La mente pensante tras True Detective es el joven escritor Nic Pizzolatto, que se estrenó en el mundo de la televisión con la estimable The Killing (que espero retomar algún día). Su serie está concebida como una sucesión de temporadas cerradas e independientes entre sí, de modo que cada una de ellas se centrará en un caso policial concreto que deberá ser investigado por un grupo de detectives, y de este modo la ficción nos mostrará la investigación policial de forma exhaustiva, huyendo del clásico formato procedimental, y la compaginará con las vidas privadas de los protagonistas y con cómo el caso las afecta. Su primera temporada se compone de ocho episodios, cada uno de una hora de duración y nos traslada hasta 1995, cuando los detectives Hart, un padre de familia temperamental con predilección por las mujeres jóvenes, y Cohle, un solitario taciturno de ideas nihilistas, descubren el cuerpo de una joven asesinada mientras portaba una corona con cuernos y participaba en un extraño ritual. Pizzolatto narra la investigación policial hasta su resolución en el presente, bebiendo de películas como Se7en, El silencio de los corderos o Zodiac, y de obras literarias que incluyen relatos de Ambrose Bierce y del mismísimo H.P. Lovecraft, en particular del célebre "La llamada de Cthulhu". El desarrollo de True Detective combina procedimientos policiales como interrogatorios a sospechosos y trabajo de campo por Louisiana, pistas que nos desconcertarán y fascinarán capítulo tras capítulo, el drama personal que vive cada uno de los protagonistas, ambientes sórdidos, meditaciones filosóficas acerca del sentido de la existencia humana, el papel que juega en ella la religión, nuestra percepción del tiempo o del lado oscuro y salvaje de nuestra condición; y cierto simbolismo y tintes sobrenaturales, todo ello combinado en su justa medida.
El aspecto formal y visual de True Detective es de auténtico lujo pues, como es habitual en las ficción de la HBO, los medios y los detalles con los que cuenta la serie nos dan la sensación de estar presenciando una película extendida. Aquí ha jugado un papel decisivo la labor de Cary Joji Fukunaga, joven director que ya nos sorprendió a finales de 2011 con la dignísima versión de Jane Eyre protagonizada por Michael Fassbender. En True Detective, Fukunaga opta por una puesta en escena visceral, que acentúa el carácter sórdido de la historia y la intensidad de las emociones de los personajes. Las escenas de diálogos fluyen con naturalidad, y las de acción logran impactar al espectador, algunas tanto como el brutal plano secuencia que cierra la incursión en las barriadas del final del cuarto episodio. La música aporta una sensación de extrañeza extra, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que la banda sonora ha caído en manos de T. Bone Burnett, colaborador habitual de los hermanos Coen.
El trabajo de Fukunaga también destaca en la dirección de actores. Por los oscuros pantanos de Lousiana encontraremos a personajes interpretados con naturalidad por Kevin Dunn (quien probó suerte en la HBO en la tristemente cancelada Luck), Shea Wingham (Boardwalk Empire), una sorprendente Alexandra Daddario (Percy Jackon) y la siempre estimable Michelle Monaghan (curtida en el género negro gracias a la excelente Adiós pequeña, adiós). Sin embargo, quienes se llevan casi todo el mérito son la pareja protagonista, unos monumentales Woody Harrelson y Matthew McConaughey, quienes dan vida a un dúo de detectives con muchos matices, marcadas debilidades y un sentido de la justicia que les hará persistir en su empeño por resolver el caso. Estos dos antihéroes, que incluso mienten por el bien del caso, forman el núcleo de la serie y, si bien el señor Harrelson nos tiene acostumbrado a su buen hacer en películas de diversa índole, McConaughey apunta un tanto más a su meteórico renacimiento al ponerse en la piel del particular Rust Cohle.
Esta primera temporada de True Detective cuenta con un final redondo, un cierre satisfactorio de las tramas y los cabos sueltos que han ido componiendo un misterio que abarca desde chicas desaparecidas a altos cargos de la sociedad, pasando por reyes amarillos y referencias literarias. Además, encontramos cierta amargura en el destino de los protagonistas, en la línea de las novelas de Hammett o Chandler, y pequeñas pinceladas sobre las fuerzas sobrenaturales que amenazan desde las sombras. La expectación que ha generado esta serie no podría ser mayor, y mientras esperamos pistas acerca de dónde podría desarrollarse la siguiente entrega y de quién podría protagonizarla, podemos disfrutar de un nuevo triunfo de la ficción televisiva con una primera temporada dura, absorbente y rica en matices. No se la pierdan.
Ficha de la serie.