El epígrafe recoge bien lo que sucedió. Donald Trump logró la independencia energética de los Estados Unidos. Joe Biden la está destruyendo con sus políticas socialistas ineficaces y absurdas. Mientras que Trump impulsó a este país a convertirse en el mayor productor y exportador de petróleo y gas, que se tradujo en miles de empleos para los estadounidenses, miles de millones de dólares de beneficios para la economía americana y una independencia energética por primera vez en cincuenta años, Biden quiere prohibir el fracking, ha desatado el alza de los precios de los carburantes y anulado la independencia energética. En definitiva, ha conducido al país a una enorme crisis y a depender una vez más del petróleo y la energía extranjera.
Trump consiguió que Estados Unidos confiara en la energía y los trabajadores estadounidenses de nuevo, lo cual hizo posible un auge económico sin precedentes y un liderazgo energético mundial.
Este tema es crucial para el futuro de los Estados Unidos y por eso el entorno del presidente Trump, liderado por ex altos funcionarios, se está moviendo y preparando nuevas demandas legales para contraatacar las políticas nefastas de Biden en esta área, después de haber obtenido importantes victorias judiciales en la lucha contra la agenda legislativa de Mr. Fraude. Estas demandas se enfocarán en las políticas de permisos energéticos y ambientales de la Administración. Sin duda, es la estrategia correcta y la que conecta con el sentir de la mayoría de los estadounidenses. De acuerdo a una reciente encuesta, el 83% de los votantes están preocupados por el aumento de los precios de la energía, y eso incluye al 80% de los demócratas, lo que da una idea de la gravedad del asunto (los demócratas no se caracterizan precisamente por captar los problemas y resolverlos, sino por enrocarse en planteamientos ideológicos cada vez más izquierdistas). Según esta misma encuesta, casi el 70% de los ciudadanos ya están sintiendo los efectos del impuesto oculto de Biden a la energía. Un encarecimiento brutal que frena el crecimiento económico y destruye empleo.
Trump hizo mucho por la independencia energética de Estados Unidos, pero su lucha para evitar que Biden la destruya sólo acaba de empezar. America First Legal, el equipo de litigios lanzado por Stephen Miller, un importante asesor de Trump en la Casa Blanca, que cuenta con el ex jefe de gabinete, Mark Meadows, en su junta directiva, obligó a la Administración de Pequeñas Empresas de Biden a detener un programa de ayuda pandémica que era inconstitucional y que excluyó a ciertos solicitantes por motivos de raza. AFL tiene un objetivo público y específico: detener o revertir por completo las políticas de Biden a través de medios judiciales, que es la forma correcta de hacerlo ahora mismo. Las políticas de Biden están siendo respondidas en los tribunales a iniciativa de Trump, y el sector energético reúne algunos de los desafíos legales más importantes. También algunas de las políticas administrativas relacionadas con el COVID que se avecinan y la injusticia de algunas de ellas respecto a la educación superior y las universidades.
Respecto al tema energético, se están analizando por parte del grupo legal algunos de los problemas ambientales y energéticos de forma conjunta con los fiscales generales de Florida, Louisiana y Texas. Para coordinar estas demandas judiciales, America First Legal trabaja también con el Conservative Partnership Institute, el Center for Renewing America y American Moment, grupos lanzados por colaboradores de Trump.
Uno de los objetivos legales inmediatos en los que se está trabajando son las solicitudes de FOIA y medidas aprobadas por la Administración Biden en las que se ha extralimitado claramente.
De momento, el juez Terry A. Doughty del Tribunal de Distrito de Estados Unidos en Monroe, Lousiana, ya ha dicho que la Administración Biden no tiene el derecho legal de dejar de arrendar territorio federal para la producción de petróleo y gas sin la aprobación del Congreso. Esto significa que un juez federal impide que Biden prohíba nuevas exploraciones de petróleo y gas en tierras federales. La orden judicial es una victoria contra el asalto completo de Biden a la libertad energética. El plan de Biden-Harris-AOC para detener una nueva exploración de petróleo y gas chocó con esta decisión del juez, que bloqueó el plan de la Casa Blanca de congelar nuevos arrendamientos en terrenos federales. Biden firmó la directiva al principio de su Administración como parte de su asalto completo a la libertad energética.
Mientras tanto, los precios de la gasolina se han disparado al declarar los demócratas de extrema izquierda una guerra contra el petróleo y el gas. La demanda contra el gobierno federal fue presentada por Louisiana, Alabama, Alaska, Arkansas, Georgia, Mississippi, Missouri, Montana, Nebraska, Oklahoma, Texas, Utah y West Virginia en marzo pasado.
Las grandes guerras se ganan con todo tipo de batallas, y estas son algunas de ellas. Bajo la presidencia de Trump alcanzamos la tan deseada independencia energética, un éxito histórico en un contexto internacional muy complicado. Bajo la Administración Biden, según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE), Estados Unidos ya ha importado 22.9 millones de barriles de petróleo sólo en el mes de marzo, el nivel más alto desde agosto de 2010, cuando otro inútil demócrata (Obama) ocupaba el Despacho Oval. De este total, las importaciones de crudo de Rusia se situaron en 6.100.000 barriles. Rusia se ha convertido en el tercer exportador de petróleo a Estados Unidos con Biden como facilitador.
Confiar en Rusia como suministrador de un producto esencial para el funcionamiento de nuestra economía, es un grave error que ya está cometiendo Biden. La dependencia del país del petróleo ruso alcanzará un récord en breve, y desgraciadamente no es una excepción. Las políticas energéticas y climáticas de la Administración Biden harán que Estados Unidos dependa más de los productores de petróleo extranjeros, todo lo contrario de lo que consiguió Trump. Estados Unidos importó niveles récord de petróleo crudo de Rusia en marzo y se espera que continúe importando a niveles altos en los próximos meses, según Western Energy Alliance, una asociación comercial que representa a 200 productores independientes de gas natural y petróleo de Estados Unidos.
Los altos niveles de envío de petróleo desde Rusia han continuado desde marzo hasta ahora, según ClipperData, una compañía de inteligencia de productos básicos que monitorea los envíos de carga en todo el mundo. En mayo vimos un récord de 5.750.000 barriles de crudo ruso descargados en Estados Unidos, y para junio se proyecta un nuevo récord de 7.500.000 barriles, o más.
Todos los expertos del sector coinciden en que la agenda climática socialista de Biden es dura para la industria petrolera estadounidense pero blanda para los productores extranjeros. Esto nos indica claramente de qué parte están los intereses de Biden y su Administración. Desde luego que de la de los estadounidenses no. Como poco, es perturbador para nuestra industria que la Administración Biden se esfuerce por desfavorecer al productor estadounidense mientras apoya a las industrias iraní y rusa. Muy perturbador, por no decir otra cosa más fuerte.
El reciente aumento en las importaciones de petróleo ruso ha seguido a esas políticas climáticas equivocadas de esta Administración fraudulenta, incluida la interrupción del oleoducto Keystone XL, que impulsó Trump, y la pausa de nuevos permisos de petróleo y gas natural en tierras y aguas públicas.
Es muy grave que Biden nos haya inclinado hacia la dependencia del petróleo de Rusia sólo un año después de haber logrado la independencia energética total bajo las políticas de Trump. ¿Y esto cómo debe entenderse? Es muy sencillo: se trata de un regalo geopolítico para el Kremlin. Toda una declaración de los intereses oscuros y ocultos que hay detrás de la Administración Biden.
Los datos son demoledores: el crudo U.S. West Texas Intermediate superó la marca de 70 dólares la semana pasada, alcanzando el nivel más alto en más de dos años. Los principales comerciantes de materias primas ahora creen que los precios del petróleo podrían alcanzar los 100 dólares por barril debido a las limitaciones de la oferta que han impuesto las malas políticas de Biden. El petróleo no se cotiza por encima de los 100 dólares por barril desde 2014. Sí, exacto, desde que el inútil de Obama gastaba el tiempo y el dinero de los contribuyentes en la Casa Blanca.
La realidad es que ha habido escasez de inversión en combustibles fósiles, lo que nos va a dejar sin suministro en poco tiempo. Las políticas climáticas y energéticas de la Administración Biden, que reducirán el suministro de petróleo y gas sí o sí, han sido un factor importante para impulsar los precios. Lo sabe hasta la abuela que coge el coche para ir a jugar al bridge. Ya ni le cuento los que se ganan la vida conduciendo: camioneros, taxistas, transportistas, comerciales y los ciudadanos que necesitan conducir para ir al trabajo o de vacaciones.
Mientras tanto, en Estados Unidos la producción de petróleo ha caído en 1.715 millones de barriles por día desde hace un año, por lo que Rusia está llenando una gran parte de ese vacío con el visto bueno de los majaderos que rodean a Biden y el del mismo Biden, que está que no sabe si va o viene.
Durante el mandato de Trump, Estados Unidos competía con Rusia y Arabia Saudí para ser el productor de gas y petróleo dominante del mundo, a los que desbancamos gracias a políticas energéticas inteligentes y que priorizaron la energía americana. Con el desorientado Biden nos estamos retirando del liderazgo mundial en nombre de un cambio climático que se producirá igualmente hagamos lo que hagamos, porque son cíclicos y siempre se producen, como sostienen los expertos independientes que no están comprados con subvenciones gubernamentales.
Entretanto, un aumento en los precios del petróleo y el gas ayudará a impulsar el dominio energético y político de Rusia y otros países nada amigos de la libertad ni de Estados Unidos. La reciente medida de Biden que permitirá a Rusia suministrar gas natural a Alemania es sólo otro ejemplo de cómo está tirando por la borda el dominio energético estadounidense ganado tan duramente por Trump. En el mes de mayo, la Administración Biden renunció a las sanciones que impuso Trump contra la compañía que construye el gasoducto de gas natural Nord Stream 2 que une Rusia y Alemania. Se espera que este gasoducto aumente la dependencia de la región de Rusia para el gas natural. La construcción del oleoducto de 764 millas que comenzó en 2018 fue una fuente de fricción entre Washington y sus aliados europeos. Biden dio el visto bueno a esa infraestructura mientras prohíbe el oleoducto nacional Keystone XL. Eso lo dice todo de la ineptitud de Biden y los que lo asesoran, y de su profunda corrupción.
Ante estos despropósitos, no está de más recordar de lo que Estados Unidos fue capaz de conseguir con Trump en la Casa Blanca: el país se convirtió en exportador neto de gas natural y petróleo crudo por primera vez en más de cincuenta años y defendió el cultivo responsable de los abundantes recursos energéticos de Estados Unidos, incluidos el petróleo y el gas natural. Las posiciones políticas de Trump se orientaron a expandir la extracción de petróleo y la explotación de gas natural como un medio para impulsar la economía del país, ahorrar dinero a los estadounidenses a través de precios de energía más bajos y aumentar la seguridad nacional de Estados Unidos a través de una menor dependencia del petróleo extranjero.
Gran parte del auge energético de Estados Unidos durante el mandato de Trump se puede atribuir a su estrategia declarada de "dominio energético". El informe de 2020 del Consejo de Asesores Económicos (CEA) de la Casa Blanca encontró que ya en 2017 Estados Unidos se convirtió en un exportador neto de gas natural. Fue una hazaña que no se había visto desde 1958. Para ampliar aún más el éxito de Trump en impulsar el auge energético de Estados Unidos, el país se convirtió en un exportador neto de petróleo crudo y productos derivados del petróleo hasta 2020 por primera vez desde 1949.
El CEA sostuvo que el crecimiento y el dominio del país en el sector de los combustibles fósiles impulsaron la economía y fortaleció la seguridad nacional. El aumento de la innovación en la producción y las exportaciones hizo que la economía estadounidense fuese más resistente a los picos de precios mundiales. También mejoró la flexibilidad e influencia geopolítica del país, como lo demuestran las sanciones simultáneas a dos importantes países productores de petróleo: Irán y Venezuela.
La Administración de Información Energética (EIA) de Estados Unidos pronosticaba en enero de 2020 que las exportaciones estadounidenses de gas natural casi se duplicarían para 2021 a un promedio de 7.300.000 mil pies cúbicos por día. La EIA dijo que el crecimiento de las exportaciones netas de Estados Unidos ha sido liderado principalmente por aumentos en las exportaciones de gas natural licuado (GNL) y gasoductos a México. La agencia federal de energía también señaló que en 2019 el crecimiento de la demanda de exportaciones de gas natural de Estados Unidos superó el crecimiento del consumo de gas natural en el sector de energía eléctrica en el país. La producción de gas natural redujo los precios de la energía en Estados Unidos, dejando a los estadounidenses con más dinero para ahorrar e invertir en su futuro.
Algo que cambió cuando la Camarilla metió a Biden en la Casa Blanca y forzaron otras políticas desastrosas para el país.
El CEA concluyó que la revolución del esquisto en el gas natural ha ahorrado a los consumidores estadounidenses 203.000 millones de dólares cada año, lo que equivale a un promedio de 2.500 dólares en ahorros para una familia de cuatro. Casi el 80% de los ahorros procedían de un precio sustancialmente más bajo del gas natural, del cual más de la mitad procedía de los precios más bajos de la electricidad.
El grupo de asesores económicos también señaló que la reducción de los precios de la energía ayudó especialmente a las familias de menores ingresos de Estados Unidos. Debido a que los hogares de bajos ingresos gastan una mayor parte de sus ingresos en facturas de energía, los ahorros tienen una mayor importancia para ellos. Los ahorros de energía representan el 6,8% de los ingresos para el quinto más bajo de hogares, en comparación con el 1,3% para el quinto más alto. En otras palabras, los precios más bajos de la energía son como un recorte de impuestos progresivo que ayuda más a los hogares más bajos. Con la independencia energética Trump ayudó a todos los estadounidenses de una forma práctica y real.
Es evidente que la explosión de las exportaciones de gas natural que se vivió bajo Trump no sólo ayudó al bienestar económico y la seguridad nacional de Estados Unidos, sino que también ayudó al país a reducir sus emisiones de dióxido de carbono a un nivel que antes no se creía posible. Es decir, Trump hizo más por controlar el cambio climático que todos los vocingleros que andan por ahí clamando como posesos y de lo que hará nunca Biden.
Lo vemos con datos: en su perspectiva energética anual de 2006, la EIA proyectó un aumento del 16,5% en las emisiones de dióxido de carbono de 2005 a 2018. Las emisiones reales disminuyeron en aproximadamente un 12%. Las emisiones reales de carbono relacionadas con la energía en 2018 fueron un 24% más bajas que las proyectadas en 2006. Parte de la disminución se debió a que las proyecciones suponían un mayor crecimiento del PIB y, por lo tanto, una mayor demanda de electricidad de lo que realmente ocurrió, en parte debido a la recesión económica y la lenta recuperación vivida con el ineficaz y holgazán Obama. Sin embargo, una parte muy importante de la disminución se debió a que los precios más bajos del gas natural redujeron la dependencia de la electricidad generada a partir del carbón. Durante este período, la proporción de generación de centrales eléctricas de carbón cayó del 50% al 28%, mientras que la proporción de gas natural aumentó del 19% al 35%.
La producción de gas natural conseguida en Estados Unidos durante los años de Trump, incluso le ha permitido al país reducir las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) más rápido que toda la Unión Europea (UE). Algo que les hace rechinar los dientes de envidia a los europeos, que siempre se ponen estupendos con estos temas, pero luego no cumplen ni la mitad de lo que dicen o firman. Esto es aún más notable si se tiene en cuenta que la UE desarrolló y amplió un programa de cambio climático cada vez más estricto con límites máximos y comercio en todo el bloque de naciones. Esto elevó sustancialmente los precios de la electricidad para los consumidores europeos. Ese sistema ayudó a la Unión Europea a lograr una disminución del 20% en las emisiones ajustadas al PIB de 2005 a 2017, el año con datos más recientes que tenemos. Durante el mismo período, las emisiones cayeron un 28% en los Estados Unidos, que no implementó un sistema nacional de límites máximos y comercio, aunque varios estados sí han aplicado políticas para limitar las emisiones. En cualquier caso, es un éxito de Trump poco divulgado y conocido.
La expansión de la producción de gas natural fue en gran parte producto de la fracturación hidráulica. La mayoría de los estados permiten el fracking; sin embargo, Maryland, Vermont y Nueva York, gobernados por demócratas socialistas muy ignorantes lo han prohibido.
Nueva York y Pennsylvania tienen recursos de gas natural de esquisto; sin embargo, Nueva York no se ha beneficiado de la revolución nacional del fracking de esquisto. La diferencia en los resultados relacionados con la energía en los dos estados es enorme. El desarrollo de Marcellus y Utica Shale en Pennsylvania hizo que la producción de gas natural se multiplicara por diez entre 2010 y 2017. Durante el mismo período, la producción de Nueva York cayó casi un 70%. Pennsylvania lidera el país en exportaciones netas de electricidad a otros estados y produce más del doble de la cantidad de energía que consume, según datos del CEA. Su sector energético sustenta unos 300.000 empleos directos e indirectos. Nueva York, por el contrario, se ha vuelto más dependiente de la electricidad generada en otros lugares; y en 2017, el Estado consumió cuatro veces más energía de la que produjo. A pesar del crecimiento en la producción de energía en Pennsylvania, las emisiones totales de dióxido de carbono relacionadas con la energía cayeron un 15% de 2010 a 2016, el año más reciente de datos, el doble que en Nueva York (7%). La mayor caída en Pennsylvania se debe a mayores reducciones en el sector de la energía eléctrica.
Además, la Administración Trump duplicó el volumen de GNL para exportación, que casi duplicó la capacidad de venta en todo el mundo en octubre de 2019. Las políticas desreguladoras de Trump apoyaban la innovación y la iniciativa del sector privado reduciendo la regulación gubernamental excesivamente prescriptiva. Al hacerlo, la Administración buscaba dar rienda suelta a los abundantes recursos humanos y energéticos del país, algo que logró con brillantez. De hecho, la producción de energía de Estados Unidos en 2019 fue mayor que el consumo de energía en el país por primera vez en 62 años. Es decir, independencia energética, lo que no quiere decir que no importáramos ni exportáramos energía, sino que producíamos más energía de la que usábamos. En 2019, la producción de líquidos de plantas de petróleo crudo y gas natural de Estados Unidos alcanzó 31,8 quads, y la producción de gas natural alcanzó 34,9 quads, máximos históricos para ambas industrias en los Estados Unidos, superando sus máximos anteriores alcanzados en 2018. La producción de energía renovable se mantuvo bastante constante entre 2018 y 2019, con un crecimiento de solo 0.1 quad, ya que 2019 fue un año de bajo nivel de agua debido a la energía hidroeléctrica. En contraste, la producción de carbón disminuyó en 1.1 quads en 2019 a 14.3 quads, su valor más bajo desde 1974. La producción de energía eléctrica nuclear se mantuvo estable en aproximadamente 8 quads durante las últimas dos décadas.
Por todo esto, entre otras cosas, y a pesar de las muchas formas en que se ha criticado a Trump, creo que la historia recordará y registrará la primera presidencia de Trump como una de las más importantes para el sector energético estadounidense y como uno de los presidentes decisivos que consiguió la independencia energética del país.
El presidente Trump dirigió a la nación con mano firme a través de una lucha sin cuartel contra el Estado Profundo y el establishment mediático, político y empresarial; sufrió difamaciones intensas, ataques personales y políticos, complots perniciosos e incluso una demonización tanto nacional como extranjera, pero aun así, prevaleció ante todo. Trump apoyó la libertad, la prosperidad y el bienestar social estadounidenses mediante la independencia energética. A pesar del ataque constante, especialmente de los medios de comunicación progres y del Estado Profundo y sus aliados, Trump gestionó la presidencia más exitosa de la historia, y la energía tuvo un papel clave en ello. Fue Trump quien recuperó a Estados Unidos como líder energético mundial con una política basada en la diversidad energética: producción mediante combustibles fósiles, energía renovable, gas, petróleo, y energía nuclear, y también mediante la desregulación que permitió liberar el trabajo y la creatividad de toda la industria energética estadounidense.
En suma, bajo Trump pudimos hacer crecer la economía en Estados Unidos y, al mismo tiempo, reducir las emisiones relacionadas con el carbono del campo energético en un 14%. Al revisar la extralimitación federal sobre la regulación energética, el presidente Trump devolvió el poder a los estados, a donde pertenece, y liberó el potencial energético de Estados Unidos.
Frente a la crisis energética y la dependencia que está provocando Biden, destaca y mucho la política de Trump, que promovió un desarrollo limpio y seguro de los vastos recursos energéticos de nuestra nación, evitando al mismo tiempo las cargas regulatorias que obstaculizaban innecesariamente la producción de energía, limitaban el crecimiento económico y destruían la creación de empleo. Con el desarrollo prudente de estas políticas garantizó la seguridad geopolítica de la nación. Son hechos.
Trump siempre mantuvo como objetivo de interés nacional garantizar que la electricidad y la energía de la nación fuesen asequibles, confiables, seguras y limpias, y que pudieran producirse a partir de carbón, gas natural, material nuclear, agua corriente y otras fuentes domésticas, incluidas las renovables.
Desafortunadamente, la independencia energética de Estados Unidos y su contribución al liderazgo mundial no están garantizadas, y mucho menos bajo la Administración Biden, que lo está echando a perder a pasos agigantados.
La independencia energética estadounidense que logró Trump y que defiende en su programa político, más allá de datos y cifras, significa una nación más segura, una economía más segura y un futuro más seguro. Jamás lo olvidemos.