Revista Medio Ambiente

Tu alternativa a tomar una decisión

Por Valedeoro @valedeoro

encrucijada cerca de Porto en el Camino de la Costa

El martes te compartí mis reflexiones sobre el parálisis por análisis – aquel estado de indecisión frente a los cambios que requieren de tu intervención directa. Tienes que tomar una decisión y no te ves capaz. Te imaginas en colores vivos las calamidades y desastres que resultarán de una decisión equivocada.

¿Y sí al final el vuelo de las 9h es demasiado temprano y lo pierdo porque no he llegado al aeropuerto, y así pierdo la reunión de familia y mi madre se va a enfadar y …? ¿Y si no les caigo bien a los otros excursionistas y no me van a hablar y a lo mejor no puedo acompañar su ritmo y me van a abandonar en la montaña…? ¿Y si…?

Si anotarías todo le que puede ir mal, daría para toda una novela.

No tomar una decisión también es una decisión

Curiosamente las decisiones más grandes suelen ser las menos complicadas. Tener un hijo, comprar una casa, casarse, mudarse de país… raramente te quedas paralizada frente a decisiones de esta envergadura. Además, si no tomas esta decisión, la decisión se toma a si misma.

Cuando tienes que decidir por hacer o no hacer algo… si no tomas una decisión te has decidido por no hacerlo. Quizás no haya sido una decisión consciente, pero el resultado es el mismo.

Cuando tienes que decidir entre dos opciones y no escoges ninguna, en realidad te has decidido por la opción tres, quedarte tal como está. Nuevamente, puede que no haya sido una decisión consciente, pero tendrás que vivir con las consecuencias de la misma forma.

Date cuenta que no tomar una decisión o esperar hasta el infinito una señal equivale a una de tus opciones. Si lo decides hoy mismo, te ahorrarás mucho agobio mental y podrás salir adelante mucho más rápido.

La mayoría de las decisiones son reversibles (y menos relevantes de lo que piensas)

Además, es muy probable que tu decisión es reversible (o hasta irrelevante), especialmente cuando se trata de una decisión del día a día. Cualquier decisión que tomas hoy, basada en la información que tienes a tu disposición hoy, será la decisión correcta. Si más adelante te enteras de información nueva, siempre puedes rectificar.

Rectificar en este contexto no significa volver al inicio y decidirte ahora por la otra opción. No te olvides de que solo porque la opción A salió mal, eso no significa que la opción B necesariamente te habría salido mejor. O sea, no compares la realidad de la opción A con la planificación perfecta de la opción B que nunca tuvo que someterse a la realidad. La idea es recordar por qué tomaste la decisión inicial (cuál es tu objetivo) y buscar una forma de llegar a este objetivo a partir de este momento.

Cuando te das cuenta que en realidad la carrera de Economía no te gusta tanto como pensabas, no creas que en Biología automáticamente te habría ido genial. Intenta a recordar por qué querías estudiar cada cosa y busca opciones de poder entrar en este campo de otra forma.

Si te has mudado a un nuevo barrio y no te acabas de adaptar, no pienses que el otro barrio que tenías en tu lista de opciones necesariamente habría sido perfecto. Averigua lo que necesitas para sentirte bien con la comunidad en la que vives e implícate para descubrir tus opciones.

Así que lo más importante de tu decisión no son los detalles, sino el objetivo que quieres conseguir: ¿cuál es el tuyo?


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