Revista Coaching

Tu cerebro no piensa, responde

Por Vivaconproposito

A partir de un comentario, una estimada lectora me planteó una pregunta que deseo responder:

“No sé qué me pasa. Últimamente he estado muy estresada, mi cuerpo empieza a sentirse muy cansado y mi cerebro no deja de pensar. Inclusive cuando estoy durmiendo me despierto por las noches con un susto y me doy cuenta que aun durmiendo mi cerebro está pensando en cosas que me preocupan. Trato de ordenarle a mi cerebro que no piense y me deje descansar, pero no sé cómo hacerlo.

¿Hay algo que deba tomar o algún ejercicio para que mi cerebro me deje descansar?”

Sin ánimos de contrariar, quizás convenga empezar indicando que el cerebro no piensa. Todos pensamos con el cerebro, pero como tal el cerebro no piensa.

El cerebro es solo una computadora súper poderosa que se vale del sistema nervioso para enviar todos los mensajes a través del cuerpo y permitirle responder según corresponda. De igual forma aprende gracias a las neuronas quienes están interconectadas para responder a las necesidades y las emociones.

Aunque el cerebro siempre está ocupado, solo es la herramienta de la que se vale el pensamiento, del mismo modo que los pies son la herramienta de la que se vale el cerebro para que el cuerpo pueda caminar. Si la herramienta está dañada, sea el cerebro (daño cerebral) o los pies (luxación, por ejemplo), evidentemente no podrán realizar la función para la que están diseñados. Caminar depende de que los pies estén sanos y que puedan recibir la orden de caminar. Pero sin la orden, los pies son tejido inerte. Lo mismo que el cerebro.

Cuando nos dominan pensamientos sobre algún tema, entonces el cerebro –respondiendo- trabaja en una película que nunca se detiene añadiendo cada vez más detalles. Si no podemos resolver tales asuntos, estos nos agobian y si persisten, podrían también añadir secuelas físico-orgánicas a las cuales no queremos llegar.

Respuesta

Entonces podemos deducir que nuestra estimada lectora lucha con pensamientos recurrentes que le angustian –parece obvio-, pero esto es importante entenderlo pues el cuerpo y la mente están avisando que algo sucede y corresponde afrontarlo.

Ese incesante deseo de pensar en cosas que nos preocupan se ve reflejado en estrés, dificultad para dormir, cansancio generalizado, dolores musculares y cualquier otra forma en la que el cuerpo pueda gritar para que nos enfoquemos. Por eso debemos resolver esos temas pendientes organizando nuestras prioridades y cambiando los pensamientos.

Mientras se duerme, el cuerpo descansa y se recupera, pero el cerebro sigue trabajando en toda clase de cosas además de controlar el sueño mismo: disminuir la frecuencia cardiaca, regular la temperatura, relajar los músculos, mantener la respiración y mantenerse alerta. Por lo que debemos encontrar la causa de nuestras preocupaciones y resolverlas, caso contrario nuestros pensamientos seguirán afectando nuestra tranquilidad y nuestro cerebro añadiendo más inquietudes.

Recomendación

Si las preocupaciones pueden identificarse en forma sencilla y estas no ponen en riesgo la integridad física o mental, pues entonces debemos superarlas. Escribirlas en un papel ofrece un desahogo positivo y le da un grado de control a tu mente.

Para controlar el estrés, intenta realizar algún ejercicio físico o alguna tarea que te agrade y aprende de ello.

Si la preocupación es mayor, considera la asistencia de un terapeuta. El trabajo terapéutico es un trabajo en conjunto que te ayudará a encontrar los motivos reales, pues no todos los motivos aparentes son los que pueden realmente estar afectando, además que el poder descubrirlos también te ayudará a tratarlos.

Ante todo recuerda que tu cerebro no piensa, solo responde a tus pensamientos. Por eso toma el control de tu mente.

Y una sugerencia vital: nunca tomes medicación que no sea referida por un especialista, pues podría agravar el problema.


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