Me gusta hacer compras con criterio. Me gusta saber de dónde viene el producto que acabo de comprar, qué efecto ha tenido sobre el medio ambiente, y también sobre las personas que lo producen. Por eso mi preferencia por el comercio justo, mi meta de sólo consumir comida ecológica, y mi insistencia en la producción sostenible, pero hay otra razón por la cuál me importan estos detalles: cada compra es un voto.
Con cada compra que realizas estás diciendo “yo apruebo este producto, sus ingredientes, y su forma de ser producido”. De la misma forma que puedes fomentar el comercio justo al comprar el café, o la inspiración de una diseñadora al comprar directamente en su taller, de la misma forma apruebas la producción, procedencia, y deshecho de los productos que no se han hecho bajo estos criterios.
- Si compras maíz transgénico, entonces apruebas las políticas de modificación genética de multinacionales como Monsanto.
- Si compras botellas de agua de un solo uso, entonces apruebas las islas de plástico en el océano.
- Si compras ropa que es más barata que la tela que la compone, entonces apruebas el trabajo de las costureras explotadas.
- Si compras carne convencional, entonces apruebas del uso de antibióticas y hormonas en la ganadería.
Decir que tu personalmente no puedes hacer una diferencia no vale. Es cierto que tú solo no harás la diferencia, pero tu,yo,la vecina y el colega del trabajo… juntos sí que marcaremos una diferencia votando con cada euro por lo que nos importa: un mundo más justo y sostenible.