Cuando extiendo mi mano
tengo miedo a las sábanas frías,
a que no estén arrugadas
en esta cama deshecha.
A descorrer las cortinas
para que la oscuridad nos invada
y se escuchen las voces
de esos que ahora regresan al amanecer.
Cuando extiendo mi mano
tengo miedo a despertar
sin ver tu espalda desnuda,
a no poder acariciar tu nuca
mientras beso tu hombro izquierdo.