Tú no puedes verlo porque esto es un poema
pero tengo mis manos juntas en señal de perdón,
y mis huesos enmohecidos
como un andamio abandonado, y como nunca antes
la boca partida en dos.
No tengo alegría con que pagarte la tuya,
perdí la sonrisa con los dientes de leche,
se me murió de niño mi novia vieja
tiempo después de que pariera
a mi padre.
Me duelen las muelas del juicio final,
ando siempre en sentido contrario a la vida,
por puentes colgantes donde se deshila el recuerdo
hasta que me abismo hacia mi sombra
con ecos de adiós.
Sobre las febriles insolaciones de tus frentes venideras
quiero soltar de mi boca primas segundas de la brisa,
y morir dándote la última agua del mundo,
para tu boca agrietada
de parte de mis manos.
Y morir dándote la última agua del mundo,
de mis manos agrietadas
para el hojaldre de tu beso.