"No debería uno contar nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido."
Así arranca la trilogía de "Tu rostro mañana", con una buena declaración de intenciones, sólo que la "nada" de Marías ocupa casi 1600 páginas.
Pero empecemos por ser honestos, Marías te apetece o no te apetece. No se trata tanto de gustar, porque a la hora de escribir llega donde pocos, sino de cómo te pille el cuerpo, la vida o el fin de semana. A veces no es sencillo esperar, entre el punto A y el punto B, a que desfile el torrente de conocimiento, de reflexión filosófica, de pérdida entre los meandros del pensamiento... Pero si entre A y B sólo hay relajación y tiempo empleado sólo para el disfrute, no hay nada mejor para deleitarse que la prosa de Marías.
Quizás se deberían colocar etiquetas de advertencia para no acabar cerrando el libro en el primer volúmen, pero también se debería saber que, cuando empieza a caer la babilla en la almohada, cuando crees que la divagación se estira demasiado... Entonces llega una escena clave que te pone en alerta y le da fuerza a lo que sea que hasta entonces hubieras leído.
Pero paciencia. Mucha paciencia. Nada de querer nadar rápido entre las hojas, ni de esperar encontrar una frase de sólo seis palabras, ni de contar con una mínima tregua en la que la acción se imponga a la forma. Pero también cuidado. Porque cuando Marías te atrapa, te atrapa de veras.