Revista Cultura y Ocio

Turista emocional – @reinaamora

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Toda la vida presumiendo de saber establecer los límites, de separar mi vida convencional de lo que realmente soy y siento para, al final, tener tan poco claros esos límites, esa divisoria, como cualquier otro.
Siempre quise una vida normal, una vida convencional con todos sus encantadores momentos convencionales, pero nunca deseé reprimir el veneno de la emoción de lo prohibido corriendo por mis venas como un caballo desbocado.
Lo prohibido es un concepto muy atractivo porque lleva implícita una prohibición, una provocación en sí en estado puro. Una mirada intensa, una sonrisa seductora, hay muchas chispas que encienden la hoguera de las prohibiciones en cuanto te descuidas lo más mínimo. Saber distinguir entre el amor y la lujuria y saber que no caben en el mismo recipiente, es ese eterno debate interno, o mejor lucha interna que a todos nos atrapa alguna vez.

Mis ojos siempre han sido imanes de tentación, expertos en crear dudas y convertirlas en exigencias. Me despierto cada día con la mirada, envenenada a veces, del que le falta aún mucho por vivir, y siendo tan consciente de ello que duele la sola idea de no poder hacerlo, de no poder vivir con total libertad emocional.
Al mirar atrás y recordar hay tanta intensidad vivida entre mis manos, en comisuras de labios ajenos y entre los pliegues de deseadas pieles de tacto áspero…Sufrir tentaciones y otras veces provocarlas…Ser tentación…Tener el control.

Al principio no cuentas con que los años cimentan a las personas, no sólo a uno mismo, sino a todo el mundo. Ver a otros, rebeldes por naturaleza, renunciar al ruido del inconformismo en las líneas trazadas por la moral hipócrita puede llegar a ser muy deprimente, y más cuando eres tú misma la que ahora se tiene que poner frente a la palestra.
Decidí seguir el camino de las sensaciones hasta que llegó el momento en que ya nada estaba claro. Tener que elegir sabiendo que precisamente esa elección llevaba consigo una renuncia voluntaria a una parte de mí esencial. ¡Es tan duro! Es como morir, o mejor matarse, en vida. El suicidio del propio yo en pos de una realidad artificial. Pero él pertenecía a esa realidad artificial y no podía ni quería perderlo. Renunciar a mi mundo por el suyo, por él. Dominar a la propia bestia por amor…

Y apareció el amor disfrazado de lujuria, en el mismo recipiente, cuando menos lo esperaba, exigiendo mi rendición incondicional, y me entregué. Me entregué totalmente, me quité el velo de los ojos y le regalé mi mejor mirada.
Recuerdo cuando me dijo, en pleno polvo salvaje e instintivo: Eres la última, y en aquel momento no lo creí, pero hoy sé que era cierto. Tenía hogar al que volver y cada vez me atraía más ir hacia lo imprevisible que me prometían sus labios, ir hacia la rabia que destilaban sus ojos y su sexo. Podía ser yo misma junto a él. Una y otra. Mi vida y mi decisión juntas, en sus brazos. ¿Cómo renunciar al yo que me ofrecían sus besos?
No tenía sentido. He conocido a hombres antes que a él. Más altos, más guapos, más fuertes, que follaban mejor, que miraban mejor, que llevaban mis límites mucho más lejos. No tenía sentido que su lengua raspara mi alma y la hiciera arder. ¡Cómo le odio cuando fui consciente de ello!

Nunca me he sentido tan viva. Puedo dárselo todo sin sentirme atrapada. Me da libertad a cambio de esclavizar su mirada. ¡Maldito trilero de las palabras! Me siento una turista emocional cuando su boca provoca en mí la necesidad de un ven tras otro, hasta el punto en que antes tenía muy claro cuando viajaba más allá de mi vida para luego volver y ahora ya no tengo nada claro.
¡Joder! Qué dolor ! Ya no sé de quién me alejo cuando viajo. No soy yo misma a pesar de que no puedo seguir negando lo que siento. No puedo negar que una parte de mi vida se ha alejado de mí, y aún así no puedo rasgarme el alma para que entre y me llene con la saliva de su mirada, mojando mi boca, mis dedos, cuando me habla, cuando me folla con hambre y pasión.

Lo necesito. Me necesita. Toda una vida sin saber la falta que nos hacíamos, y no me atrevo a pedirle que venga conmigo. Qué curiosa sensación…

Espérame, pero ven.

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