Como si no hubiéramos tenido ración suficiente. Cuando Isabel Carrasco cayó muerta por impactos de bala, afloró el oportunismo morboso y un nauseabundo hedor a miseria. El panorama se dibujaba otra vez conspiranoico, con los voceros ultras señalando culpables y un ministro tan necio como demagógico proponiendo más recortes a cuentas de un criminal acto de venganza o sangriento ajuste de cuentas. Por fortuna, el asesinato se esclareció de manera inmediata y muchos quedaron retratados.
Para la de expresión y otras libertades, no hay reglas fijas, finas y seguras aunque, a la luz de acontecimientos y reacciones, parece evidente que lo importante es impedir que traspasen y fluyan criterios, argumentos y provocaciones distintas a las propagadas por los medios que arropan al Gobierno. Si algunas expresiones en las redes sociales han sido tan lamentables como las vertidas en otros medios, ¿por qué el Gobierno pone en el centro de su diana sólo a unos? ¿Por qué en algunos casos es delito desear la muerte de alguien y en otros se comprende y alienta el júbilo?
Rosario en mano y Camino en el bolsillo, como si estuviera agazapado, esperando el momento oportuno para cortar las alas a Twitter, con la excusa de algunas “calumnias” y comentarios que hacen ”apología del delito y fomentan el odio”, el ministro anuncia una cruzada. ¿Objetivo?, repetir el control que este Gobierno tiene sobre otros medios. Ya lo dijo la alcaldesa y diputada Martínez: ¡Tanta opinión y tanto twitter! Dominados los grandes periódicos, el Gobierno, que se siente incómodo al no controlar lo que piensan y publican los ciudadanos, quiere imponer sus propios límites.
Cuando afirman querer perseguir el insulto y la incitación al odio, mienten. Aún resuena en el hemiciclo el “¡que se jodan!”, de la diputada Fabra o las injurias del diputado Rafael Hernando sobre las víctimas del franquismo y sus familiares. ¿Acaso no insultaban a los parados o a los represaliados por el franquismo y a sus familiares? ¿No fomentaban el odio y avivaban el rencor? Mienten, siempre han mentido. Cuando Rajoy acusó a Zapatero de “traicionar a los muertos” o hablar “batasuno”, ¿qué fomentaba quien hoy es presidente?
Cuentan con una prensa que se ha dedicado sistemáticamente a insultar y alentar el enfrentamiento. Obedientes, como siempre, a las palabras del ministro respondió ABC, en portada, con una serpiente etarra saliendo de una arroba diabólica. En determinados medios, no se ha hecho otra cosa que insultar y fomentar el odio hacia personajes de la vida civil. El doctor Montes, la familia Bardem o Pilar Manjón, sólo son algunos ejemplos. ¿Hay que reproducir los insultos y descalificaciones publicadas sobre éstas y otras personas?
A ellos no les preocupa Twitter ni el que se insulte o amenace. Ellos y sus voceros lo hacen con frecuencia, son expertos. Lo que tratan de impedir es el acceso libre y la libre expresión de la ciudadanía. Es cierto que se publican escritos repugnantes en las redes sociales, como también en esa prensa escrita, hablada o televisada en la que proliferan descerebrados con micrófonos abiertos y estúpidos de columna diaria. Quizá para interpretar las intenciones del ministro sea necesario recordar que Rajoy expresó que le gustaba la mayoría silenciosa y que la ley de seguridad persigue ese objetivo.
Han apostado por la mordaza y el control ideológico de la ciudadanía. Y, por lo que parece, lo toleramos.
Es lunes, escribo escuchando a la Thrif Set Orchestra: