Revista Espiritualidad
Pertenezco por sangre y elección a un pueblo rudo y un tanto bronco. Con un idioma pobre en sutilezas que nombra tan solo lo que de verdad importa y es vital. Que asegura que euskaldun es aquel que habla y comprende el euskera, da igual quien sea o dónde haya nacido puesto que se sabe que podemos nacer, si queremos, en cualquier lugar. Y tenemos fama de resolver las cosas cuerpo a cuerpo. Sellamos los pactos de la palabra dada, compartiendo comida, risa y canciones a coro de voces hermanadas. Y cuando dos hombres y cuatro manos hacen sonar la txalaparta como si fueran millones, enmudecemos.
Igual que cuando, al término de una sesshin el espíritu se ha puesto de acuerdo con el Espíritu. Cuerpo a cuerpo. Hablando el mismo idioma íntimo y básico.
La txalaparta y yo: una relación apasionada. Y un homenaje a mi padre de quien aprendí tantas cosas hermosas que no tienen palabras. Más bien sonido de cascadas de agua. (Como los hijos de Kopetz)