
Ugo Cornia, en Roma, consigue que nos identifiquemos enseguida con este anti-héroe sin nombre que, bajo ese manto que nos cubre día a día y nos condena al anonimato universal, es capaz de crear un mundo, el suyo, tan defectuoso como el de los demás, pero al fin y al cabo suyo, y lo hace, con una impecable manifestación de la reivindicación de la dignidad de aquel que no quiere cambiar el mundo, pero que tampoco acepta que nadie le venga a cambiar el suyo propio, pues ese es el espacio que nadie, todavía, le ha usurpado. Quizá, no quepa mayor acto de rebeldía que éste, tanto o más, como creer que en el vacío que crea espacio.
Ángel Silvelo Gabriel.