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Cuando Ulises despertó, se encontró solo, envuelto en la sábana de lino y la colcha brillante, y no sabía dónde estaba. Los feacios lo habían sacado de la nave mientras dormía, y lo pusieron en la orilla, y le depositaron todos los ricos obsequios que le habían dado debajo de un árbol, y luego se fueron navegando. Hubo una neblina matutina que ocultó la tierra, y Ulises no conocía el refugio de su propia isla, Ítaca, y la roca de donde surgió una fuente de las hadas de agua que los hombres llaman Naiads.
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