Revista Opinión

«Última llamada», un manifiesto reformista

Publicado el 08 julio 2014 por Hugo
«Última llamada», un manifiesto reformista
Pese a su gran virtud (hablar de los límites del crecimiento), el manifiesto que hoy está dando que hablar en Internet tiene, a mi entender, una grave deficiencia teórica: su reformismo. El objetivo de este post es hacer notar brevemente aquello que se dice tácitamente en el manifiesto y que es tan importante o más como lo que se dice explícitamente. Según este, nuestra cultura es "tecnólatra y mercadólatra", pero olvida, en parte porque la mayoría de sus promotores y firmantes iniciales están vinculados al Estado, que también es estatólatra. Se dice vagamente que "la inercia del modo de vida capitalista y los intereses de los grupos privilegiados", no el capitalismo, la civilización o el crecimiento per se, son "dos obstáculos titánicos" con los que se topa la "Gran Transformación" (donde «transformar» es entendido más como cambio o mejora que como ruptura verdaderamente radical, a pesar de que se defiende "una ruptura política profunda con la hegemonía vigente"), pero si estos obstáculos existen es gracias al surgimiento y mantenimiento del Estado, gran generador de heteronomía y en consecuencia de "grupos privilegiados". Históricamente, desde finales del neolítico hasta nuestros días, el Capital y el Estado en sus diversas formas han consolidado un binomio inseparable. Desde entonces, no existen ni pueden existir mercaderes sin políticos y militares que les protejan, de la misma manera que no existen políticos y militares sin mercaderes que les abastezcan. Algunos y algunas pensamos que los problemas generados por la ilimitada división del trabajo y por la consiguiente estratificación social nunca se resolverán desde las mismas instituciones que han nacido al amparo de dicha estratificación, ya que toda institución, al igual que los organismos, tiende a conservar aquello que ha hecho posible su existencia. La ruptura será desde abajo hacia los lados o no será.
Editado: otros y otras, aún más pesimistas y deterministas, pensamos que los problemas de la civilización, sencillamente, nunca se resolverán. Sin duda lo intentaremos, y lograremos cosas, pero si algún día desaparecen, que lo harán, no será gracias a la acción humana sino al ciclo inevitable de expansión y desintegración. 

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