Editorial Salto de página. 100
páginas. 1ª edición de 2011; esta de 2013.
Recuerdo haber leído alguna
crítica positiva en internet de esta novela de Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968) cuando ganó el Premio Internacional de Novela Corta Ciudad
de Barbastro en 2011 y la editó la hoy desaparecida editorial DVD. Este año la ha reeditado Salto de Página, y la verdad es que su portada ha mejorado bastante
frente a aquella de DVD en negro, con el título en rojo y con las primeras
frases del libro reproducidas en blanco. Con su reedición, Últimos días en el Puesto del Este ha conseguido nuevos lectores y
una mayor vitalidad en internet, recibiendo críticas positivas en algunos de
los blogs literarios que sigo.
Ya he comentado en el blog que me
interesa el trabajo de la editorial Salto de Página. Su apuesta –cercana a la
de Valdemar, pero más ramificada– por dignificar la literatura de género me
parece destacable dentro del panorama editorial español. Si comparamos, por
ejemplo, la tradición literaria española con la argentina durante el siglo XX
podremos darnos cuenta de que la literatura en España ha tenido siempre una
tendencia al realismo y a la solemnidad que excluye a la literatura de género,
que se ha visto normalmente como una literatura de segunda fila: literatura
fantástica, de terror, de ciencia-ficción... (quizás la policiaca ha sido la
única literatura de género con una presencia destacable en la literatura
española del siglo XX, o de finales del siglo XX); en cambio en Argentina la
literatura fantástica, de terror o de ciencia-ficción ha sido más leída y
respetada que aquí. Esto ha hecho que la literatura argentina, desde mi punto
de vista, haya tenido más influencias enriquecedoras que la española y haya
conseguido abrir más caminos narrativos dentro del mundo hispano.
Durante la pasada Feria del Libro
de Madrid me paseé varios días por allí para curiosear libros y para apoyar a
más de una de las editoriales que me gustan. Un sábado me acerqué a la caseta
de Salto de Página para saludar a su editor, Pablo Mazo, y para que Cristina Fallarás me firmara su novela. Me
pareció una mujer muy espontánea y simpática.
Últimos días en el Puesto del Este pertenece al subgénero, dentro
de la ciencia-ficción, llamado apocalíptico. Aunque esto podría ser discutido,
ya que, según el crítico británico David
Pringle, para hablar de ciencia-ficción no basta con que la historia se
sitúe en el futuro, sino que además debemos encontrarnos en ella de forma
explícita con algún avance tecnológico, lo que no se da en este caso; así que
voy a ser purista y voy a designar a este libro como novela de anticipación
apocalíptica.
La acción de la novela se sitúa
en 2014, en un futuro muy cercano al momento en que fue escrita (se publicó por
primera vez en 2011). Algo indeterminado ha ocurrido en el mundo, algo que
podría tener un trasfondo realista o fantástico, y que actúa como una alegoría
de la presente situación de crisis en Europa. La novela se mueve en todo
momento en el terreno de la sugerencia.
Estas son algunas de las escasas
pistas que recibe el lector para saber qué ha ocurrido en ese cercano y
aterrador futuro de 2014:
En la página 29 se apunta: “Todo
había sucedido demasiado rápido (...). Los bárbaros estaban a las puertas, los
bárbaros organizados, obedientes, sumisos como un ejército de dios, porque eso
es lo que realmente eran, un ejército de dios, mas otro ejército de dios, mas
otro y otro”.
En la página 30: “Los bárbaros se
adelantaron, eran los emboscados. Vosotros erais los listos, pero ellos eran
más”.
Página 32: “Se encarnizaron desde
el principio con Europa, era de esperar. O no. Yo qué sé, si en realidad nada
era de esperar, todo sucedió inesperadamente. Se encarnizaron con el occidente
europeo. Supe que algunas ciudades norteamericanas y sudamericanas también ardían.
¿Qué pasó después?”.
La narradora de la novela –la
Rubia, la Polaca– no sabe qué ocurrió después porque desde hace meses se
encuentra en el Puesto del Este, la antigua casa de unos amigos a orillas del
Mediterráneo, en la costa catalana. Los bárbaros están fuera; podrían asaltar
la casa, pero no lo hacen, simplemente esperan a que los sitiados mueran de
inanición. El capitán (personaje que se identifica con José, el marido de la
Rubia antes del fin) ha salido para ver si consigue algo de comer. La Polaca
comparte el Puesto del Este con un grupo de personas: “Quienes se encontraban
aquí, quedaron dentro por azar. De nuevo, el azar. Algunos estaban de visita,
otros venían por ver si había llegado ya algún arma, también estaban los
pululantes y los refugiados. En total, sin contarnos al capitán, a León, a la
pequeña y a mí, son trece hombres, catorce mujeres, cinco niñas, tres niños y
un joven de nombre Daniel” (pág. 60). León y la pequeña son los hijos del
capitán y la Polaca.
Sin el capitán la situación parece
hacerse cada vez más insostenible y la Polaca empieza a ser acosada por las
otras mujeres del Puesto del Este.
La Polaca, para preservar lo que
le queda de humano, rememora su amor por Ernesto, antiguo compañero clandestino
de su marido José. La novela se mueve en dos planos: en primer término está la
Polaca con sus dos hijos, esperando la vuelta del capitán a Puesto del Este,
mientras que la convivencia con las otras personas del Puesto empeora y desde
fuera llegan los sonidos de los bárbaros; y en un segundo plano están los
recuerdo de la Polaca, que trata de revivir los momentos que pasó con Ernesto.
Igual que lo que ha ocurrido para llevar a la situación propuesta en el primer
plano, que se sugiere más que se explica, en los recuerdos de la vida anterior
tampoco se acaba de explicar qué está ocurriendo: un grupo de personas –de las
que parecen formar parte José, Ernesto o la Polaca– están conspirando contra el
estado del mundo, no está claro si planean alguna acción terrorista, cuando los
acontecimientos se precipitan y los bárbaros se adueñan de la situación.
En la página 88 descubrimos que
lo leído son unas “notas que no tienen más destinatario que yo misma”; en todo
caso, la primera persona de la Polaca ha tenido durante la novela un receptor
imaginario: Ernesto, en quien ella ha decidido encarnar el amor o, lo que es lo
mismo, lo humano.
El lenguaje de la novela es
vigoroso; un lenguaje lírico, rico y en algunos puntos alucinado; y esto, junto
con la fuerza del mundo propuesto, crea unas imágines poderosas, que
constituyen el mayor logro de la novela, pero que no acaban de ocultar su
principal debilidad: la falta de desarrollo novelístico. Es decir, el escenario
dibujado es potente y en él creo que Fallarás debería haber hecho que sus
personajes tuvieran más desarrollo, más movimiento por el mundo.
Inevitablemente, estoy comparando Últimos
días en el Puesto del Este con otras novelas apocalípticas que ha editado
Salto de Página, ambas de autores argentinos: Plop de Rafael Pinedo y El año del desierto de Pedro Mairal. En estas dos obras el
lenguaje es más seco, pero las historias propuestas tienen una capacidad mayor
para avanzar en el tiempo y en el escenario creado.
Quizás le estoy pidiendo a la
novela de Fallarás que sea el libro que no es, pues su propia limitación de
páginas, su propia condición de “novela corta” hacen que el desarrollo
anecdótico sea más limitado. No quiero decir con esto que Últimos días en el Puesto del Este no me haya gustado; lo ha hecho
porque el tema de las novelas de anticipación apocalíptica me parece muy
atractivo y está bien escrita, pero si hablo de ella en términos comparativos,
he de apuntar que Plop y El año del desierto me gustaron más.
También debería señalar que Plop de
Pineda y El año del desierto de
Mairal son dos de las novelas, dentro de la narrativa contemporánea, que más me
han impactado en los últimos años, y que es de agradecer (dentro de un panorama
que casi siempre aboga por el realismo) una aportación española al sugerente
género de la anticipación apocalíptica.