El cementerio de Praga
El escritor, filósofo y semiólogo italiano Umberto Eco vuelve a la ficción, muestra en su libro más reciente que todo es según convenga y acaba triunfando el rufián que desconfía de todos y siempre se mantiene alerta, El cementerio de Praga, una novela precedida por la polémica por el odio a los judíos que profesa su cínico protagonista. Un personaje antipático como para Eco es Berlusconi, “un muerto viviente, un zombi muy peligroso”. Eco, narrador, ensayista y uno de los intelectuales más respetados de la escena internacional, siempre ha sido un gran crítico del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, a quien han sometido a una moción de censura en el Parlamento.Durante las presentación de El cementerio de Praga (editado en español por Lumen) y cuando se cumplen 30 años de haber publicado su exitosa novela El nombre de la rosa, su primera obra de ficción, el autor italiano no escatimó en críticas a Berlusconi y a la actual política de recortes para el mundo de la cultura, situación que ha calificado de “grave”. También alertó sobre la proliferación del populismo y la pérdida de fuerza del Parlamento. Pero a Umberto Eco siempre lo rodea la polémica y, a sus 78 años y “más pesimista”, ha creado para El cementerio de Praga el personaje más antipático y despreciable de la historia de la literatura. “Me da vergüenza ponerme a escribir, como si desnudara mi alma”, asi es como empieza el relato vital que el autor traza en torno a todo un entramado sobre la historia de la falsificación y el odio a los diferentes, porque el protagonista, el falsificador Capitán Simonini, un piamontés de pocas palabras, misógino y glotón impenitente del siglo XIX, afincado en París, que desde joven se dedica al noble oficio de crear documentos falsos y que odia a los judíos, a las mujeres, a los masones, a los jesuitas y a la vida en general, decide escribir sus memorias en 1897. Explica, que en esta historia ha trabajado muchos años y que hay referencias en “El péndulo de Focault”, que escribió en 1988, pero también en muchos otros autores de diferente época y que no sabía cómo el lector iba a acoger a este personaje y si podría confundir entre verdad y ficción. Así es que creé una historia folletinesca y decidí escribir una novela basada en una serie de documentos, tal vez los más odiados de la historia reciente, basados en los protocolos de los sabios ancianos de Sión, para reconstruir la historia del antisemitismo del siglo XIX hasta llegar a Hitler. Los sabios ancianos de Sión se supone que redactaron un panfleto antijudío, que se publicó en Rusia, y que sirvió de excusa a los alemanes. Pero por el libro también pasa el caso Dreifus, Freud, como suministrador de cocaína, y un montón de servicios secretos. Una novela que para el L’Osservatore Romano y para el Vaticano es toda “una sinfonía maligna”. Ésta crítica sólo ha conseguido que se vendan 100 mil copias más del libro. En Italia se han vendido en un solo mes 600 mil ejemplares. No se entiende. Tal vez se hayan vuelto todos locos, y se entiende, claro, votan a Berlusconi, sentenció con humor e ironía. El cementerio de Praga a pesar de hablar de unas falsificaciones de hace siglos tiene una vigencia y una actualidad rabiosa con las filtraciones de WikiLeaks. En esa oscilación entre verdad y falsificación de las historias, si se cree que cada religión es la verdadera y las otros no lo son, el resultado sería que un 95 por ciento de todas es falso y un cinco por ciento es verdad, y entonces que cada uno decida qué es y qué no es. Antes pensábamos en el Gran Hermano, de George Orwell. El ciudadano se sentía vigilado... pero ahora se han invertido los papeles, y son los ciudadanos los que todo lo ven. Todo es transparente y el poder necesita de un cierto secreto. Ahora no sabemos qué pasará. Puede que se vuelva a los mensajeros a caballo.