"Podéis pensar lo que os venga en gana, pero hoy sé que con veintipocos años tuve más que un sueño premonitorio y experimenté los que se podrían considerar mis últimos instantes de vida."
No sé si será la mejor novela de Juan Aparicio Belmonte, pero sin duda es en la que más cruel he podido ser con su personaje: un infortunado Andrés que no entiende muy bien de qué va lo que le rodea y del que además es imposible no reírse de su desgracia.
Desde la primera novela que leí de Juan, siempre he esperado el momento de la absurda desventura, del humor cínico e irónico, del personaje desubicado y de la genial ocurrencia.
Pues bien, me quedo satisfecha al encontrar lo que buscaba y llevarme aún así algún agradable hallazgo. Así, me río del desquiciante y desquiciado Andrés sin sentimiento de culpa, me uno a su familia en su encrucijada por condenar sus rarezas y sonrío como lectora al descubrir la cebolla a la que hay que apartarle la capa.
Y sí, os he mentido, sí que lo sé: es la mejor novela de Juan Aparicio Belmonte.