Luna y Pablo cerca de casa.
Hace un año "recogimos" de la calle una perrita bodeguera, bueno la recogió en verdad mi cuñada María del Mar, pero ello nos la pasó para que la cuidáramos. Yo nunca había tenido animal en casa, bueno si descontamos del gremio a las personas humanas. Es broma. La verdad es que no sabía de qué iba eso de tener un animal doméstico viviendo con una familia como la nuestra, con hijos, mucho trabajo, e incluso abuelo. Ahora me parece que fue fantástica la idea y que el empuje con el que apoyaron la idea tanto mi mujer como mi hija fue decisivo para relajarme y decir sí a otro más de sus antojos. Pero esta vez no fue solo un antojo cumplido fue una ilusión especial. Realmente los perros, los gatos, nuestra perrita Luna, en concreto, son una alegría. Ella es la primera que corre a saludarte cuando llegas del trabajo, prefiere cualquier gesto de cariño, una caricia, antes que el mejor de los jamones, que por cierto le encanta eso de picotear de lo que le damos, solo le falta probar el vino. Llevo unos días en casa con lumbalgia severa y ella no se despega de mí, me sigue a todos lados y siempre muy orgullosa y muy tiesa. En fin. Que le tenía pendiente este post en el blog, todo no iba ser hablar de Política, de socialismo, de guerras o de injusticia. Hoy es la guerra de las pequeñas cosas, de la felicidad, del cariño, de estar bien, algo tan difícil tantas veces. Gracias Lunita.