Este artículo es muy personal. Acaban de decirme que ha fallecido un buen amigo y una gran persona, de esas que no abundan y que tanto necesitamos. Como buen guipuzcuano le encantaba el monte, y como paisano de Elcano disfrutaba del mar, y curiosamente, nos ha dejado mientras caminaba por el monte Ermua frente al Cantábrico, en Gorliz.
Foto por Ruy Sánchez en Flickr (CC)Era un buen amigo y un mejor mentor. Disfrutaba ayudando a los demás y empleó buena parte de sus vacaciones en trabajar ayudando a otros. Nunca buscó reconocimiento y era uno de esos escasos y excepcionales segundos que saben sacrificarse para apoyar la labor de otros. Pero también era firme en sus creencias.
Así anduvo por Rumanía ayudando a reconstruir un orfanato y una casa de acogida, por Albania ayudando a construir una pequeña iglesia, en un lugar perdido en la montaña a varias hora en mula, o por África y Sudamérica apoyando tareas de construcción o de atención médica. Siempre con una sonrisa en el rostro y siempre presto para ayudar y para compartir su fe con otros, pero también enérgico ante las injusticias sufridas por otros.
Le quedaban seis meses para disfrutar de su jubilación y ya estaba haciendo planes para seguir ayudando y para disfrutar de su nieto y del que viene de camino, pero ya no va a poder ser. Sin embargo, su legado sí que sigue en todos los que le conocimos porque, usando el verso de Machado, el sí que era, en el buen sentido de la palabra, bueno.