Un campo alto y frondoso siempre ha dado mucho juego. Para esconderse, para jugar a pillar o simplemente para coger palos, y más todavía si la luz es la del atardecer y tenemos a mano una cámara de fotos.
Entre palos, caminitos estrechos de tierra seca y pipas de girasol a punto de ser recolectadas, pasamos una tarde de verano. ¿Quién puede resistirse a esconderse entre sus tallos de metro y medio?
Una excursión a la zona de Lumbier que terminó jugando en este campo al que seguro que volveremos. Tuve que frenarme ante la tentación de correr entre las plantas y esconderme sólo unos minutos del mundo.