Pasada la primera hora de metraje uno no puede más que deducir que Christian Puiu, rumano y máximo responsable de Sieranevada, ha debido repasarse toda la cinematografía de Luis García Berlanga antes de ponerse a rodar. Los seis minutos iniciales, sin cortes, observando a los personajes desde la distancia y sin apenas entender lo que se dicen, nos había llevado a la errónea consideración de que el estilo narrativo escogido para transmitir esta historia se podría acercar al utilizado por Michael Haneke en Caché o al que Jaime Rosales imprimió a Tiro en la cabeza. Dado que ni una, ni otra son santas de la devoción de este que escribe, alivio momentáneo al comprobar que la caligrafía audiovisual no se dirigía por aquellos derroteros.
El objetivo se aproxima a los intérpretes. Primero dentro de un coche, oteando desde atrás a los conversadores, para, en unos instantes, en cuanto entramos en casa de la madre, hacernos tomar conciencia de la coralidad del guión a tenor de la ingente cantidad de parentela reunida en la vivienda para asistir a una comida.
A partir de ese momento, tomas de más de cinco minutos con continuas entradas y salidas de las habitaciones, frases milimetradas de unos para dejar paso a otros y cierta coreografía que aporta fluidez a todos los movimientos actorales y los acompasa con los de la cámara. La referencia a Berlanga, indudable, no alcanza el vértigo y la precisión de los “ballets” orquestados por el director de Bienvenido Míster Marshall.
El valenciano ponía el plano secuencia al servicio del humor negro y la crítica social surgidas de la pluma del inimitable Rafael Azcona. Esta celebración familiar en el aniversario de la muerte del patriarca, a pesar de la utilización de un tono irónico, de la intención de despotricar en torno a los estamentos políticos (nacionales e internacionales, presentes y pasados), religiosos y militares de Rumanía, más allá de lo pintoresco de alguno de los personajes y de lo rimbombante de ciertas costumbres en torno al fallecido y recordado, y por muy felliniano que intente parecer aquello, queda a años luz tanto del universo del realizador romano como de Plácido, una de las cimas de la cinematografía mundial en cuanto a elegancia, causticidad y profundidad argumental.
La construcción de este trabajo a partir de la concatenación de extensas secuencias en las que la cámara no deja de rodar puede que aporte naturalidad y frescura al material y a las interpretaciones, pero cuenta con el hándicap de añadir minutos y minutos a un metraje imposible de ser aliviado al no poder usar las tijeras hasta el final de cada toma. De modo que los certeros noventa minutos del cuento moral protagonizado por Cassen se convierten en casi tres horas de conversaciones salpicadas de intrigas palaciegas que dejan de interesar apenas alcanzado el primer tercio de duración. Llegados a este punto, la elección de un título deliberadamente mal deletreado y que nada tiene que ver con el argumento queda en pura anécdota.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Madragora, Production 2006, Alcatraz Films, Studioul de Creatie Cinematografica al Ministerului Culturii. Cortesía de Golem Distribución. Reservados todos los derechos.
Sieranevada
Dirección y guión: Cristi Puiu
Intérpretes: Mimi Branescu, Judith State, Bogdan Dumitrache
Fotografía: Barbu Balasolu
Montaje: Ciprian Cimpoi y Letitia Stefanescu
Duración: 173 min.
Rumania, Francia, Croacia, Bosnia Herzegovina, Macedonia, 2016
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