Desde la sincera y valiente confesión biográfico-política que supuso Persépolis (2007) --primero novela gráfica y luego película-- la carrera como directora de la iraní Marjane Satrapi no ha dejado de consolidarse a base de géneros y estilos bien diferentes, de manera que de esta de ahora --Madame Curie (2019)-- no podría decir si es un retorno a sus admiradas lecturas occidentales y al hecho de que, como su debut creativo, la base del guión sea una novela gráfica, o simplemente se encontró con otra historia que le apetecía contar, a su manera.
Satrapi es de esas personas que, precisamente por haber tenido acceso a la cultura occidental desde fuera, posee una valiosa perspectiva racionalista y crítica acerca de lo que ha producido su pensamiento e ideologías; algo que no logramos los oriundos, que no nos entra en la cabeza que algunas obras clásicas aún se lean en la clandestinidad ni nos acabamos de creer la vigencia y la fuerza que sus postulados tienen en otras partes del mundo. Satrapi y tantos como ella, en cambio, aprecian los valiosos aportes occidentales a la teoría política, la filosofía y la ética, seguramente porque no han crecido con las instituciones a que han dado lugar todas esas cosas. También la ciencia, cuyos descubrimientos han mejorado la vida humana sobre el planeta; y aunque también es un saber con un temible lado oscuro, los beneficios siguen siendo superiores a los altos precios que a veces seguimos pagando. Y el cine, claro; un instrumento idóneo para dar a conocer estas ideas más allá de los ambientes académicos. En Occidente algunos no estamos demasiado convencidos de la eficacia ejemplarizante de la ficción cinematográfica para las audiencias, pero está claro que Satrapi cree firmemente en ella y lo ha demostrado sobradamente en Madame Curie.
El filme es un relato que encaja a la perfección en los requisitos que se esperan de ese cine pedagógico que debe servir de fomento y reflejo a valores que la política ha hecho suyos (dependiendo de la ideología en el poder, por descontado, y de los objetivos electorales del momento): en este caso una biografía ejemplar de la científica polaca Maria Salomea Skłodowska-Curie (más conocida como Marie Curie), ganadora de dos premios Nobel y descubridora de la radiactividad; pero también una apasionada reivindicación de las mujeres que no se conformaron con el lugar que la sociedad de su época les reservaba, buscando igualdad y también reconocimiento a base de talento, voluntad y esfuerzo. La película, además de biográfica, intercala unos breves excursos en los que, a modo de citas al pie de página, se muestran los beneficios a que dieron lugar los descubrimientos de Curie, pero también de los desastres que provocó una mala aplicación de esos mismos descubrimientos. Un didáctico y directo aviso a jóvenes audiencias que distingue a Satrapi de la mayoría de cineastas occidentales, que han renunciado hace tiempo a este estilo pedagógico por considerarlo condescendiente.
Madame Curie no oculta en ningún momento la admiración de su directora por la protagonista del filme ni por el propósito educativo con que narra su vida; y por eso apenas se permite mostrar algún lado oscuro de su biografía (esposa y madre amantísima, gran investigadora, orgullosa de sus raíces), limitándose a algunas fobias y tozuderías menores. Apenas nada debe nublar el brillo de este biopic modélico, aunque insípido desde el punto de vista narrativo. Un filme interesante para las escuelas y los admiradores de la Curie.