Revista Cocina
Hay tantas tortillas de patatas como personas. Acepta muchas variedades y, en ocasiones, incluso, puede aceptar algún ingrediente extra que acompañe al tradicional y delicioso sabor de la tortilla. Aunque hay que saber manejar de forma inteligente esa combinación ya que una tortilla de patatas inundada de elementos ajenos a la receta tradicional puede acabar ahogando a la tortilla y desvirtuando su auténtica razón de ser. La tortilla puede ser rellena y podemos encontrar algunos ejemplos supremos . Ahora mismo quiero recordar una estación de servicio en la M – 50 madrileña que sirve una tortilla rellena de ensalada aliñada con mayonesa que es una maravilla… La tortilla de patatas puede ser con cebolla o sin cebolla. Yo las prefiero con cebolla. Hay tantas tortillas como personas.
Y existe una evidente diferenciación geográfica en la elaboración de las tortillas de patatas. Yo, por desgracia en cuanto a mi gusto tortillero, vivo en una ciudad donde la tortilla no ha encontrado un especial desarrollo. Valencia es una gran ciudad para vivir que con el tiempo he llegado a considerar como mía. Pero seamos sinceros: en cuanto a las tortillas de patatas Valencia no ha logrado encontrar el punto adecuado. Existen algunos ejemplos excepcionales, como el que referiré más adelante; pero la visión general es más bien desalentadora. Hay muchos y, en ocasiones, extrañas tortillas: de berenjena, de cebolla, de alcachofas… pero en la tortilla de patatas encontramos graves deficiencias.Pero no es mi intención empezar este primer blog dedicado exclusivamente al mundo de la tortilla haciendo una valoración crítica de la tortilla valenciana en general. Por eso, voy a hablar sobre una de esas excepciones que parecen confirmar la regla. Una tortilla, elaborada en un céntrico bar valenciano, que es capaz de responder con un sobresaliente sobrado a todas nuestras expectativas tortilleras. En la calle de la Paz, en pleno centro valenciano, hay un pequeño bar llamado Fiaskilo. Ofrece un auténtico espectáculo tortillero que muchas veces pasa desapercibido entre los suculentos platos de pasta que suelen preparar o sus exquisitos arroces melosos. Una de las mejores opciones que puede ofrecer el Fiaskilo es poder acompañar un café, también sublime, con un fantástico pincho de tortilla que, sin duda, está llamado a satisfacer los paladares más exigentes. Es una de las mejores tortillas de patatas que se hacen en la ciudad de Valencia. Sin duda.La presentación del pincho es, simplemente, perfecta. La habitual forma que debe adoptar cualquier pincho de tortilla que se precie está lograda a la perfección triangular. Su punto de elaboración es el justo y adecuado: las vetas del apetitoso marrón del frito se combinan magistralmente con los dorados de la patata que asoman entre la forma general de la tortilla. El grosor: ni excesivo ni raquítico, como cuando parece que más bien comes una tortilla francesa (A partir de este momento queda prohibido el término “tortilla francesa” en este blog). El espectáculo visual se acompaña con la suficiente ración de un pan crujiente, de esos que te dejan ligero resto de la harina en los dedos. Y, por último, la cubertería necesaria para el almuerzo diez. El momento álgido llega cuando se prueba el primer bocado: la tortilla se presenta en su temperatura exacta, no recalentándola lo más posible en microondas, lo que mata la tortilla. La tortilla es una explosión fantástica del punto exacto de hechura del huevo, que hila las patatas fritas con exactitud milimétrica, en algunos puntos con el suficiente punto crujiente y en otras tan tiernas, tan bien fritas, que prácticamente se deshacen en la boca. En pleno centro de Valencia, en un bar donde se reúnen trabajadores de la zona atraídos por unos almuerzos bien elaborados y por las comidas de una pasta auténtica y genuina, la tortilla se ha hecho, poco a poco, sitio en la oferta culinaria del bar, ganando con derecho propio uno de los puestos del pódium tortillero a nivel valenciano y casi, nacional.