Comprender de dónde venimos hace posible saber dónde estamos ubicados como sociedad, para que de ese modo, podamos determinar hacia adónde habremos de seguir.
Si planteáramos la disyuntiva sobre si el ser humano se ha desarrollado por creación o por evolución, habremos de dejar en claro desde el principio, que la interpretación del temario siguiente se apoya en la filosofía evolucionista, aunque no descartaríamos la posibilidad de creer que también la filosofía de la creatividad divina solo pudo llevarse a cabo, si aceptáramos que esta se desarrolló por medio de los grandes inventos y no por generación espontánea; todo dependerá entonces, de cómo se quiera interpretar el planteo.
Lo cierto es que en las páginas siguientes habremos de recorrer el camino de la historia que nos cuenta sobre la importancia de la revolución industrial a partir del siglo XVIII, sin dejar de comprender que su complejidad nos obliga a reconocerla por medio de tres etapas bien definidas.
Podríamos entender entonces que, el camino evolutivo de la humanidad está sembrado de acontecimientos surgidos por medio del método de prueba y error, o bien, según otros, por designios divinos. Lo concreto es que la revolución industrial iniciada en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII, ha tenido una gran importancia en la determinación de las pautas socioculturales puestas de manifiesto desde entonces hasta nuestros días.
En la sociedad europea de aquel entonces, predominaba la organización social basada en el feudalismo, donde la nobleza gozaba de privilegios emanados de la interpretación del Derecho Divino; es decir, las familias de abolengo eran dueñas de las tierras, de los productos que en ella se produjeran y de todas aquellas personas y cosas que la ocuparan. El principal criterio fue: Tan solo por designio de Dios, creador de todas las cosas, inclusive de las familias patricias de cada región importante. Linaje que se remontaría hasta el principio de todas las cosas creadas por la Divinidad. Por lo tanto, la economía de un feudo o reino estaba asentada en la agricultura y en la mano de obra de los súbditos de ese Señor, con el aval de estar reconocidos por el poder clerical.
El advenimiento de los desarrollos tecnológicos, científicos y económicos, permitieron un moderno régimen en el que prevaleció un nuevo orden a partir de la unión entre la técnica y el capital financiero, lo que promovió el nacimiento de la burguesía como un nuevo poder político en reemplazo del poder monárquico.
De este modo, las sociedades medievales, sustentadas en la cultura del trabajo manual agropecuario se vieron modificadas con el desarrollo de grandes inventos puestos al servicio para la obtención de materias primas que permitieron mayor producción en menor tiempo. Por ejemplo: el mejoramiento de los cultivos de algodón, favoreció la obtención de cosechas abundantes que ampliaron el aporte de materias primas, las que se sumaron a las manufacturas de lana de oveja; con ello, se puso de manifiesto la necesidad de desarrollar nuevos métodos y procedimientos, los que derivaron en la necesaria invención de equipos textiles con el fin de satisfacer la mayor demanda generada por los mejores precios de venta.
Este efecto dio origen a una creciente industria textil y la necesidad imperiosa de obtener mayor cantidad de materia prima, en la medida que fue aumentando la demanda local y más tarde la penetración en los mercados internacionales.
Para Inglaterra significó tener que agudizar su política de colonización de países extranjeros y, favorecida por un comercio cada vez más amplio, debió apelar a una política imperialista que se afianzó definitivamente después de la derrota de Napoleón Bonaparte.
De igual modo sucedió con el avance de nuevas técnicas en la explotación minera, lo que le permitió a Gran Bretaña, obtener mayor extracción de carbón mineral y la explotación de minerales ferrosos, los que le dieron impulso al tratamiento del vapor y el acero, fijando con ello, el nacimiento de las industrias textiles y metalúrgicas de alta productividad.
Con el devenir de los acontecimientos, aquella revolución industrial nacida en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII, se fue extendiendo por el resto de Europa y, acompañada por los efectos de la Revolución Francesa, abarcó su impulso hasta nuestros días. Para ello debió pasar por tres periodos históricos muy bien definidos, que iremos precisando en próximas entregas de este mismo semanario.
Eduardo Jorge Arcuri Márquez