Revista Arte

Un Castillo con Ángel, un emperador, una epidemia, un papa, una víctima y un pintor.

Por Artepoesia
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El emperador romano Adriano (Itálica, España, año 76- Campania, Italia, año 138) gobernó sobre el inmenso imperio que aglutinase ya todo el orbe clásico alrededor del mar Mediterráneo. Sobrino del gran emperador Trajano, heredó el trono sólo momentos antes de morir éste, cuando la emperatriz Pompeya Plocina le aconsejara a su esposo la idoneidad de nombrarle. En el año 135, tres años antes de morir, ordenó Adriano construir su mausoleo terminado cuatro años después por el emperador siguiente, Antonino Pío. La majestuosidad de la obra culminaba en lo alto del magno edificio con una gran cuádriga, tallada en bronce y guiada por el propio emperador. Aquí fue enterrado Adriano. Pero, un siglo después, su uso fue cambiado por el césar Aureliano (214-275), que lo transformó en un baluarte defensivo para proteger a la ciudad de posibles invasiones.
Con los años llegó el cristianismo a Roma y, en el siglo VI, hubo ya una fuerte epidemia de peste bubónica en la ciudad. En noviembre del 589 el río Tíber se desbordó provocando además el derrumbamiento de varios edificios, entre ellos los almacenes de cereales de la Iglesia, silos que contenían las reservas para alimentar a los habitantes de Roma durante el siguiente invierno. La peste fue devastadora con la población ese fin de año. El propio papa de entonces, Pelagio II (579-590), falleció víctima de la enfermedad. Coincidió que la epidemia dejó de ser mortífera al año siguiente, cuando el papa Gregorio I habría celebrado casualmente solemnes letanías para mitigarla. Aun así el mal se extendió por todo el norte de Italia. Pero Roma se salvó.
Gregorio I (590-604) creyó ver en lo alto del antiguo mausoleo de Adriano, entonces un Castillo, la imagen del arcángel San Miguel envainando su espada, signo providencial para aquél del fin de la agonía y, por ello, de la salvación de Roma de la peste. En conmemoración de este hecho un ángel coronaría el Castillo, pasándose a llamar Castillo de San Ángelo. El edificio ha estado ligado desde entonces a la Iglesia tanto por su ubicación, cerca del Vaticano, como por haber sido, incluso, refugio de papas. Así fue por ejemplo con el pontífice Clemente VII (1523-1534) que durante el saqueo de Roma -por las tropas del emperador Carlos V en 1527- tuvo que hacer uso de la protección de sus muros para resguardarse. Otro papa, Clemente VIII (1592-1605), lo hizo tristemente famoso por mandar ajusticiar a toda la familia Censi en el puente del Castillo de San Ángelo el 11 de septiembre del año 1599.
Beatrice Censi era la hija de un temperamental y violento aristócrata romano de finales del siglo XVI. Tan desalmado era que llegó a tener relaciones incestuosas con su propia hija. Después de alertar a las autoridades del ofensivo comportamiento paterno, viendo ahora la familia el inútil sentido de la denuncia, decidieron asesinarle. Arrojaron el cuerpo, herido mortalmente, por un balcón de la casa para que pareciese un accidente pero nadie les creyó. Desestimando los argumentos de la familia, el papa acabó cumpliendo su justicia y decapitó a Beatrice.
Las propiedades de la familia fueron confiscadas por la Iglesia y Beatrice Censi pasó, sin haberlo querido el papa así, a ser todo un símbolo para los ciudadanos de Roma, todo un ejemplo de resistencia y honestidad frente a la altiva aristocracia. Desde entonces, una leyenda se creó en la ciudad Eterna: todos los años la medianoche antes del día de su decapitación se aparecía en el puente del Castillo de San Ángelo la joven Beatrice, pero, ahora, sosteniendo entre sus manos su decapitada cabeza.
El pintor italiano Guido Reni (Bolonia, 1575-1642) perteneció a la exitosa Escuela Boloñesa del famoso pintor Annibale Carracci. A él se le atribuye el cuadro Retrato de Beatrice Censi, actualmente en la Gallería Nazionale d' Arte Antica de Roma. También se le atribuye el cuadro Arcángel San Miguel, pintado para una iglesia de la ciudad de Roma a principios del siglo XVII.
El Arte, como la historia, la vida y sus milagros, son parte a veces de la trama que utilizan por un lado los crédulos para defender sus pasiones y, por otro, los escépticos para argumentar sus razones. Pero, sin embargo, las historias -legendarias o no- siempre seguirán siendo una de las mejores y más fascinantes composiciones realizadas por ser humano alguno para ser oídas o leídas. Sea éste un homenaje a las mismas, y al Arte que las mantiene.
(Imagen del Castillo de San Ángelo con su puente, y del Castillo de San Ángelo de frente, Roma, Italia; Imagen del emperador romano Adriano; Cuadro Arcángel San Miguel, de Guido Reni, iglesia de los Capuchinos, Roma; Magnífica obra de Goya, Retrato del papa Gregorio I el magno; Óleo de Beatrice Censi, y Autorretrato, ambas obras del pintor Guido Reni.)

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