La celebración anual del solsticio de invierno tiene muchas connotaciones emocionales. Por su valor tradicional se convierte en una fiesta para los niños. La metafora de un nacimiento, añadida sobre el nacimiento del nuevo sol, aproxima al mundo infantil. Las tradiciones festivas impregnan las memorias de los pequeños y se arrastran durante toda la vida adulta. Los “agentes” de las fiestas se encarnan en personajes, generalmente ancianos, que agasajan a los niños: San Nicolás (6 de diciembre), Santa Claus (24 de diciembre, que viene a ser lo mismo: Sant-Niklaus), los Reyes Magos (6 de enero, en otros idiomas: los ”3 hombres sabios”). O la strega italiana que festeja las luces, como Hanukkah o Yule . Los destinatarios de los festejos son los más jóvenes.
La celebracion ha estimulado la creatividad literaria, generalmente en forma de cuentos, desde Charles Dickens con su ”Cuento de navidad“ con las navidades del pasado, el presente y el futuro, pasando por el autor de ciencia ficción Ray Bradbury, hasta yo mismo en el blog personal que mantengo, usando “Un cuento de navidad” para relatar una peripecia pediátrico-hospitalaria.
Los cuentos pueden servir para ilustrar a los niños, aunque a veces sirven más para facilitar a los padres su aproximación a la realidad, como relata Santiago Roncagliolo en su artículo en El Pais del domingo 15 “Cuentos para niños“.
Lo importante es que los padres utilicen los cuentos con sus interpretaciones personales, sólo evitando las tentaciones a la traicion. Hay que contarlos como son, aun explicando lo que tengan de metáfora, porque indefectiblemente los niños van a hacerse mayores y nada hay peor que, cuando tengan acceso a la realidad de la vida, sientan que sus padres les engañaron. No se trata de revelar que ”los reyes son los papás”, sino el significado de la ofrenda que, sobre todo, es un signo de respeto. Los niños deben entender que les respetamos, porque ellos son el futuro.
Buenas fiestas!
X. Allué (Editor)