Los ingleses llaman por extensión spanish tummy (barriga española) a una diarrea indiscutiblemente intensa. Yo, después de vivir más o menos de forma apasionada la vida política, creí que esa actividad me conducía, irremediablemente, a ella. A la spanish tummy.
Por eso, consideré apasionarme más al arroz con magro, debajo de un olivo, que escuchar al primer cantamañanas que pasara debajo de una campaña electoral.
Pero no aprendemos, y cuando he querido darme cuenta ya estaba haciendo ejercicios que conducían a la disentería plena.
Anoche, sin ir más lejos, me proveí de cerveza y queso curado para ver y oír el debate electoral que TVE ofreció entre los candidatos con representación parlamentaria actual a las elecciones al Parlamento de Andalucía.
¡Nunca lo hiciera! Si hubiera que juzgar a nuestra nacionalidad e identidad andaluza, por el nivel de sus aspirantes a representantes del poder político sería para cerrar el quiosco.
¡Qué vulgaridad, escasez de ideas, argumentos, amaneramiento, uso de tópicos y catecismos y hasta arrabalería!
No soy objetivo, soy próximo políticamente a uno de los intervinientes, pero creo, sinceramente que estuvo si no brillante, si decoroso. Disciplinado, educado, didáctico, aunque alejado del lenguaje que entiende el pueblo.
¡Pero los otros dos! Si Susana Díaz ha soñado alguna vez en ser referente del socialismo y candidata a la presidencia del gobierno del país, ayer enterró, en zafiedad, todas sus opciones. Ineducada, sin saber ni querer escuchar, hablando la mitad de sus parlamentos en primera persona, soberbia, arrogante, cuartelera… Si esto es lo mejor que tienen habrá que preguntarse cómo será lo peor.
Pero el rol del candidato de la derecha, Moreno Bonilla, no le fue a zaga. Censurando la corrupción –real- del Gobierno sempiterno de Andalucía y obviando hasta la ignorancia la de su propia formación, hablando de “gestión” como una cualidad exclusiva de la derecha cuando viene de la zona oscura de un ministerio que acaba de hacer tabla rasa de los derechos y del concepto de “dependencia”.
Y de la aprobación conjunta, con agosticidad y alevosía de la reforma del artículo 135 de la Constitución que prioriza el pago de los intereses de la deuda a los bancos alemanes a las necesidades de las personas.
En mi cuaderno de bitácora había puesto rumbo, hace tiempo, hacía el escepticismo, hacía la incredulidad, hacía el deguste del moriles o la contemplación de los equinoccios o los solsticios.
Sin darme cuenta, el gusanillo de mi anarco-sindicalismo genético-latente me estaba acercando, peligrosamente, a la spanish tummy, que personajes y debates como el de anoche provocan.
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