Éste es el Nueva York que recordaréis de todas aquellas películas en blanco y negro de los años 30: callejuelas estrechas, enormes rascacielos, hombres y mujeres de negocios con traje, Cary Grant y taxistas con ese acento tan particularmente neoyorquino. Hoy en día la mayor parte de estos últimos son de Bangladesh, pero por lo demás todo sigue más o menos igual; excepto Cary Grant, claro.
Todo comenzó cuando la colonia holandesa de Nueva Amsterdam se estableció en estas tierras allá por la década de los 20 del siglo XVII y, en 1626, su gobernador, Peter Minuit,compró por 24$ la isla de Manhattan a los indios; un trato legendario que se cerró en lo que hoy en día es el parque Bowling Green, un pequeño triángulo verde justo en el corazón de Broadway. Diminuto entre las grandes moles de hormigon y cristal, pero enorme por su legado a la historia de la ciudad y del país.
Otro parque que no deberíamos olvidarnos de visitar es el de Battery, que se encuentra en la esquina de la isla; desde allí se divisa una espléndida vista del puerto de Nueva York. Es además el punto desde el que parte el ferri que lleva a dos de los símbolos más notables de Estados Unidos: la Estatua de la Libertad y la isla Ellis.
La dama de la libertad ( cuyo nombre oficial es La libertad iluminando el mundo ) fue diseñada por Frederic-Auguste Bartholdi y por el ingeniero Alexandre Gustave Eiffel, y fue entregada como regalo por Francia a Estados Unidos en 1885, como muestra de amistad y de que ambos países compartían las mismas nociones de libertad. Se encuentra erigida sobre un pedestal de granito en la isla de Bedloe ( ahora isla de la libertad ); la estatua fue inaugurada el 28 de octubre de 1886.
Algo más al norte se encuentra la isla Ellis, el punto de entrada para cerca de 12 millones de inmigrantes entre 1892 y 1954. En la actualidad aproximadamente el 40% de los estadounidenses cuenta con un ancestro que entró a país por esta vía, que a día de hoy, y tras haber sido sometida a una restauración da cabida a un emocionante monumento y un centro de interpretación en el que los norteamericanos pueden investigar sobre sus raíces y rememorar la llegada de sus antepasados atravesando la misma oficina de registros y equipajes. Aquellos que no quieran visitar esos monumentos pero deseen disfrutar de las estupendas vistas de la Estatua de la Libertad y del perfil de Manhattan pueden optar por subirse al ferri de la isla Staten, que sale cada media hora.
Ya de vuelta en Manhattan uno se puede internar en el laberinto de calles al norte del parque Battery y escuchar el firme latido del corazón financiero que rodea Wall Street; distrito que toma el nombre del muro erigido por los colonos holandeses para protegerse de los ataques de los indios. Esta calle ha sido el centro comercial y financiero de Nueva York durante los dos últimos siglos; y sede de la bolsa, que se encuentra en un bello edificio de estilo beaux artsdiseñado por George Post en 1903. Tal es la importancia de este edificio que se trata del centro neurálgico del lugar, amén del mayor mercado de valores del mundo.
Pero Wall Street no tiene solo para ofrecernos los monumentos al capitalismo, sino que en sus calles también se encuentran, entre otros, algunos de los templos más destacables de la ciudad; tales como la Iglesia de Trinidad, que en su día fue el edificio más alto de Nueva York con sus 85 metros de altura. Construida en 1846 por William Upjohn, esta iglesia episcopaliana aparece ahora como una enana ante la mayoría de los edificios que la rodean, pero aún sigue siendo un templo de oración y un refugio de paz durante todo el día para los demacrados hombres y mujeres de negocios. Los lunes y jueves alberga series de conciertos gratuitos a mediodía.
Cinco manzanas al norte se encuentra la capilla de San Pablo. Construida en 1766 siguiendo un estilo classic-revival georgiano, es la única iglesia prerevolucionaría que queda en Nueva York y cuenta con un cementerio repleto de tumbas de notables de los siglos XVIII y principios del XIX. George Washington rezó aquí después de ser investido presidente en 1789, pero la iglesia se hizo famosa sobre todo después del 11 de septiembre de 2001, cuando se convirtió en centro de ayuda para los equipos de rescate. En los días que siguieron a aquellos atentados la valla de hierro de la iglesia se llenó de notas, carteles con la cara de los desaparecidos, gorras de béisbol y cascos de bomberos, banderas, pajaritas de papel ( que simbolizan la paz) y otros objetos colocados en memoria de las más de 2500 víctimas mortales. Este monumento fue retirado y colocado dentro de la iglesia.
Yendo hacia el norte por Broadway se descubre el encantador edificio Woolworth, que en 1913 era el más alto del mundo y albergaba la ( extinta ya ) cadena Five and Dime. Diseñado por Cass Gilbert siguiendo un estilo neogótico recuerda a una Notre Dame extremadamente alta y estrecha, repleta de motivos ornamentales de piedra entrelazados, gárgolas, torreones y agujas. El edificio no esta abierto al público para visitas, pero sin mayores dificultades uno puede colarse un momento para contemplar su vestíbulo catedralicio.
Al otro lado de la calle se encuentra el extremo sur del parque City Hall, un espacio público restaurado hace poco y rodeado por los edificios del gobierno municipal: el sorprendentemente pequeño ayuntamiento (que no admite visitas), el majestuoso Hall of Records, que guarda toda la historia legal y de bienes raíces de Manhattan desde el siglo XVII, el edificio municipal anexo al ayuntamiento, y los juzgados Tweed, construidos durante el mandato del famoso político neoyorquino William Tweed ( las obras tenían un presupuesto inicial de 250,000 dólares, pero terminaron por costar más de 14 millones, de los que Tweed y sus compinches parece que se llevaron más de la mitad … ).