Revista Bares y Restaurantes
Quedaría super guay deciros que me encanta el otoño, madrugar los domingos para subir al Pagasarri, hacer excursiones por los montes del País Vasco, ir a por setas... Pero para qué voy a mentir. Ya tuve en mi pasado mil excursiones a los montes no sólo de por aquí, sino en Asturias y Cantabria, en esas edades en las que no puedes decidir las vacaciones ni lo que se hace un fin de semana, y acabas en la ruta del Cares por tercera vez, saludando (again) a las pobre cabras que andan por allí.
A ver, que me encantan los bosques, comerme las setas y hongos propios de ésta época del año. Ese olor a hierba, el silencio y demás, pero soy de ciudad, así que pocas veces me veréis por el monte, a menos que sea con esquís. El nombre de este blog, no es casual. Sin embargo J es todo lo contrario: escalador de grandes picos en Pirineos y los Alpes, fan de la montaña y el campo, y desde luego amante de toda esa naturaleza a cualquier hora. Vamos que si le veis a las cinco de la mañana subiendo por la ladera de algún monte cercano a Bilbao, que no os extrañe.
Hace unos días, estuve con anginas, antibióticos y toda la industria (farmacéutica), y a J se le ocurrió que me vendría bien un poco de aire puro, un martes cualquiera salir de la oficina, desconectar y llevarme a dar un paseo entre arboles y naturaleza. No tenia el cuerpo yo muy rumbero, así que muy detalloso él, me llevó en coche hasta el Vivero de Artxanda, limite entre Galdakano y Bilbao. Una zona tranquila, con parrillas para barbacoas en verano, mesitas de madera, y un refugio donde Richard te atiende con una amplia sonrisa a todos los que allí estábamos. Véase cuatro señores, ingenieros de obras aburridos de ver cómo terminan el campo de San Mamés y que decidieron pasear por allí, un grupo de niños autistas, y nosotros dos.
Frente a la chimenea, una cocacola, un botellín de agua y las dos especialidades que pidió J, "para que lo cuentes en tu blog". Chorizo a la sidra, de buen tamaño, y gran sabor, nada grasiento, y acompañado de un pan que estaba de muerte, crujiente, con sabor a horno de verdad. Cuando acabamos, llegó la ración de patatas bravas, con dos salsas: por un lado alioli, y por el otro una salsa suave, con un toque intenso de tabasco, que terminó con todas las anginas. Mano de santo oye.
Por menos de 15€ disfrutamos de una mañana al calorcito de la chimenea, con un plato de bravas y de chorizo a la sida, acompañado de un botellín de agua y de una cocacola de 350ml.